13: Patada.

5 1 0
                                    

Angelina

Hace mucho tiempo que no dormía en la habitación donde me había criado. Me trajo mucha nostalgia. Donde sea que viera, me traía recuerdos de mi infancia y adolescencia.

Mis padres no me hicieron preguntas sobre Zack. Mi hermano me llamó al día siguiente, buscando indagar al respecto. Sabía que no lo hacía por entrometido, ya que solo estaba preocupado por mí. Aproveché para pedirle que me ayudara a buscar mis cosas de la casa de mi ex, para no tener que hacer tantos viajes. Quería alejarme de él lo más rápido posible y si mis cosas seguían ahí, seguiría en contacto con él.

—¿Han escuchado los rumores sobre el nuevo jefe?—Comentó Meredith, en la sala de descanso. Estábamos con Hank y unos compañeros más.

—¿Qué dicen?

—¡Ayer le vieron marcas de besos en el cuello cuando se estaba yendo! No me pareció ser el tipo de jefe que se fijaría en sus trabajadoras.

Hank soltó una risotada al escucharla. Luego me miró de reojo, cuando nadie estaba prestando atención. Me había avergonzado muchísimo, como si me hubiera atrapado haciendo algo malo.

—¡Esa chica es afortunada!—Comentó Rudy.

—Escuché lo que dijeron.—Ema se acercó con una sonrisa.—¡Esas son buenas señales! Significa que está interesado en relacionarse con mujeres de la oficina.

—Nunca pensé que tendría un jefe tan atractivo y joven como él.—Comentó Meredith, divertida.—Cuando dijeron que vendría y que era súper inteligente, me imaginé un viejo senil como Hank.

—¿Por qué siempre hablas de mí? ¿Estás obsesionada con este viejito?

—No, que asco.

De manera disimulada, Ema se había sentado a mi lado con todas las intenciones de charlar con nosotros. Hice una mueca de desagrado al tenerla tan cerca y sin decir nada, me levanté de mi lugar.

—Angie.—Me llamó Meredith.—¿Quieres otro pancito?

—Si.—Sonreí, aceptando su pan. Este día era uno de ajo y estaba muy rico.—Muchas gracias.

—¿Vas a volver a trabajar?—Indagó Hank ante mi repentina huida.

—Si, hoy quiero salir temprano.

Me di la vuelta para irme. Justo me crucé con Zack, quien estaba entrando a la sala. Al hacer contacto visual conmigo, desvió la mirada apenado. Sin saludarlo, pasé por su lado y fui hacia mi escritorio.

—Angie.—Me llamó cuando me encontraba a medio camino. Me detuve y miré hacia él con cierto desgano. Se detuvo enfrente mío.—¿Hay algo que pueda hacer para que me perdones?

—No me interesa perdonarte para que te sientas mejor contigo mismo. Te mereces sentirte culpable y arrepentido.

—Por favor. Aunque sea, para quedar en buenos términos.

Estuve a punto de negarme, pero al tener una idea, una sonrisa maliciosa se posó en mi rostro.

—Está bien.

—¿En serio?—Se veía aliviado y a la vez, expectante por mi sonrisa.—¿Qué es?

—Déjame pegarte.

-¿Eh? ¿Cómo? Creo que escuché mal, ¿podrías repetirlo?

—Si me dejas pegarte, te perdono.

Se había asustado.

—Está bien.

—Bien.—Volví a sonreír, divertida con esta situación.—A la salida del trabajo así no me despiden por golpearte.

—¡Es muy pronto! Tengo que prepararme mentalmente. Además, ¿dónde me vas a pegar?

—Es una sorpresa y lo quiero hacer a la salida.

Tragó grueso.

—Bueno, está bien.

Me di la vuelta con una sonrisa victoriosa.

¡Iba a disfrutarlo!

(...)

Al parecer, alguien había escuchado mi conversación con Zack y había esparcido las noticias. Todos estaban mirándonos con curiosidad a la salida, cuchicheando entre ellos.

—Yo apuesto por Angie.—Comentó Meredith.

—¿Y qué otro resultado podría haber?—Cuestionó Samuel. Sí, incluso nuestro jefe estaba acá. —No es como si le fuera a devolver el golpe, ¿no? Si no, tendría que interferir.

—Dale con todas tus fuerzas.—Me alentó Yesi. —Cuando mi esposo me fue infiel, le pinché las ruedas de su auto. Sos muy buena para sólo querer darle un golpe a este estúpido.

Zack estaba escuchando todo y cada vez se veía más pálido.

—¿Estás segura de que golpearme te haría sentir mejor? —Retrocedió un paso, asustado.

—Lo descubriré cuando lo haga.

Dudaba que se esperaba una patada en los huevos. ¿Y si era demasiado? Siempre había escuchado que los hombres eran muy sensibles en esa zona y podían terminar incluso en el hospital.

—La violencia no es una solución.—Insistió Zack. —La venganza es agridulce.

—¿Tienes miedo del golpe de una mujer?— Se burlo Hank.

—¡No lo parece, pero Angie tiene mucha fuerza! Una vez me pateó porque le hice cosquillas y me dejó un moretón.

—Tienes que aceptar tu castigo.—Chistó Yesi. —¡Que se pudran los hombres infieles!

No podía dejar de reírme en silencio con toda esta situación. Nunca había visto a Zack tan asustado.

—Bueno... bueno, está bien. Entiendo, me lo merezco.—Me miró. —A la cuenta de tres, ¿te parece? Uno, dos, tres.

Retrocedió un paso sobresaltado cuando me acerqué.

—No te defiendas.

—Fue por reflejo. Perdón, de nuevo. Uno, dos, tres.

Le di un rodillazo en su entrepierna y al instante se puso de cuclillas, soltando un grito afeminado del dolor. Tal vez me había pasado un poco.

—Nunca había escuchado un grito tan agudo en mi vida. Y eso que llevo muchos años.

Era algo divertido verlo lloriquear de una manera tan lamentable, pero había esperado sentirme mejor por dicho golpe. No fue la gran cosa.

—Que lamentable se ve.

Ema vino corriendo con una bolsa de hielo, buscando socorrer a su chico.

—¡Pero qué animal, Angie!—Exclamó al verlo en el piso. Zack volvió a soltar un gritito cuando ella dejó caer la bolsa de hielo en su entrepierna con cierta brusquedad. —Ay~ ¿¡estás bien!?

Zack se sentía humillado al respecto y se notaba en lo rojo que estaba su rostro.

—Se lo merecía.— Comentó resentida Yesi, probablemente proyectando en el chico que se estaba retorciendo en el suelo,  su odio hacia su esposo.

Asentí de acuerdo con ella.

—Bueno, se terminó el show.

Nos fuimos todos a casa, menos Zack que no podía pararse ni modular alguna palabra sin lloriquear y Ema, quien lo estaba intentando ayudar.

bromas y amores dulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora