17: Broma de laxantes.

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Angelina

Finalmente decidimos hacerle la broma de los laxantes a Ema. Dudaba si era una broma moralmente buena, pero al recordar su traición dejé de darle muchas vueltas. Se veía tan libre de culpas que sospeché que no era la primera vez que hacía algo así.

Como podría traerles problemas a Samuel que lo descubrieran, había optado por darle los laxantes de manera disimulada por mi cuenta. No fue realmente difícil, ya que unas semanas después habíamos planeado ir a un bar a tomar después de la oficina. Ema tenía el hábito de sentarse al lado mío y fingir que no había pasado nada entre nosotras (me lo había estado haciendo estos últimos meses), así que no dudó en sentarse a mi lado incluso en el bar.

Meredith estaba enfrente nuestro y a mi otro lado, se encontraba Yesi. Hank también estaba enfrente mío y a unos asientos más, mi jefe que sabía sobre lo que planeaba hacer hoy.

Llevábamos un rato tomando, cuando algunos empezaron a levantarse de la mesa para jugar al pool. Ema seguía a mi lado pegada como una garrapata, charlando con Meredith y Rudy.

Nuevamente se encontraban hablando anonadadas de lo hermoso que era Samuel.

—¿Creen que tendría una oportunidad con él?—Preguntó Ema.

—Yo creo que si, sos muy bonita.

—¿No estabas con Zack?

—Algo así. No es nada serio, en realidad.—Hizo una pausa en la que miró en mi dirección con malicia.—¿Vos qué opinas, Angie? ¿Samuel se fijaría en mí?

—No sé. No pierdes nada intentándolo.—Sonreí con amargura, participando por primera vez en la conversación.

Él no se fijaría en una chica como ella ni en un millón de años.

Rudy y Meredith se levantaron de la mesa, dejándonos a solas con Ema. Me removí con cierta irritación en mi lugar, incómoda de quedarme a solas con una mujer tan falsa e hipócrita.

—Te pregunto porque sé que lo conoces.

—Pues, salió conmigo, así que estoy segura de que es tu tipo. Sé que te encantan los chicos que han sido o son mis novios.—Le volví a sonreír, mientras me levantaba de mi lugar.—No voy a tomar más, amiga, ten.

Le ofrecí lo que quedaba de mi cerveza. Antes de dársela, le había puesto los laxantes. No sabía si le había puesto una buena cantidad, así que esperaba que no se tomara todo y solo le diera unos tragos.

Ema me miró horrorizada a la vez que aceptaba mi bebida.

Fui hacia donde estaban los demás. Al llegar, miré disimuladamente hacia Ema, notando que estaba haciéndole fondo a mi cerveza.

—¿Querés que hagamos equipo?—Me preguntó Hank., haciendo que dejara de prestarle atención a mi vieja amiga. —¿Sabes jugar, verdad?

—Si, si.

Pasamos un buen rato entre todos, hasta que Ema empezó a verse más pálida de lo que solía estarlo y sudaba frío.

Se tiró un pedo que llamó la atención de todos y se puso roja de la vergüenza al instante.

Todos nos quedamos en silencio, mirando en su dirección. Esta vez era el sonido de un pedo real, no como le había pasado a Hank. El olor lo dejaba más que claro. Unas chicas jóvenes que estaban muy arregladas que pasaban justo por al lado nuestro, escucharon y olieron el olor a muerto, a lo que se empezaron a reír casi en la cara de Ema.

—Lo siento.—Se disculpó, sintiéndose humillada por la situación, más que nada porque ninguno le había preguntado si se encontraba bien.

Se dió vuelta, con intenciones de huir. La vista de todos los presentes fue a su falda blanca, en la que había una mancha marrón. No quiero entrar en detalles, pero era bastante asqueroso. Se fue casi corriendo.

Tenía que admitir que me generó un poco de satisfacción verla en un momento tan humillante. Ella me había hecho algo aún peor, así que se lo merecía.

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