21: Día del amigo.

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Angelina

Como hoy era el día del amigo, el departamento de recursos humanos habíamos organizado una pequeña merienda y unos regalos sencillos. Era una buena oportunidad para crear un ambiente amistoso y fortalecer los vínculos entre los empleados.

Mis superiores me habían pedido unos recados, así que había tenido que escabullirme en el medio del festejo para comprarles lo que me habían pedido. Aprovecharía para guardar el regalo que había recibido; las flores y un par de chocolates.

Cuando las puertas del ascensor estaban por cerrarse, Samuel lo detuvo con su mano. Parecía que había corrido un poco para alcanzarlo.

—Lina, te estaba buscando.—Exclamó con una sonrisa emocionada en su cara. Se veía algo agitado y tenía el mismo regalo que yo en la mano, así que deduje que se lo acababan de entregar.

Le sonreí como saludo.

—Feliz día, Samu.

-Igualmente.

Entró al ascensor. Se veía muy entusiasmado y me intrigaba saber el por qué, aunque me hacía una idea.

—Se me ocurrió una broma para hacerle a Hank.—Me dijo, a mi lado.—Podemos hacerle creer que lo están espiando a través de la computadora.

—¿Cómo?

—Le podemos enviar mensajes para que salgan en la pantalla. Ya me adelanté y le instalé una aplicación en la compu para poder hacerlo.

Me explicó cómo usar la aplicación en cuestión y me la instalé en mi celular.

—Podemos mandarle mensajes como "tu camisa negra te luce bien", "llegaste muy puntual al trabajo" o algo así.

Asintió con su cabeza.

—Voy a averiguar dónde compró su camisa para poder agregarlo al mensaje y que se sienta más realista.

—Pero ten cuidado. No lo hagas muy obvio o se dará cuenta que lo estamos boludeando.

—Si, tendré cuidado.—Me sonrió ladinamente. Pensé que se veía muy lindo con esa expresión y, dejándome llevar por un pensamiento impulsivo, golpeé su cara con el ramo de flores.

Me la devolvió, haciendo lo mismo con su ramo mientras mantenía su expresión risueña.—¿A dónde estás yendo?

Volví a estampar las flores contra su rostro.

—Yesi me mandó a comprarle un café.

—Ah, ¿estás haciendo de recadera?

—Si. ¿Querés un café también? Puedo comprártelo.

—Te acompaño.—Cuando pensé que se le había olvidado la idea de pegarnos en la cara, Samu volvió a hacerlo con su ramo mirándome con cierta ternura.

Estuvimos haciéndolo hasta que finalmente salimos del elevador.

(...)

La mayoría ya había vuelto a sus escritorios. Entre ellos estaba Hank. Cerciorándome de que no nos estuviera viendo, me acerqué hacia mi jefe aguantando una sonrisita.

Estábamos en la cocina.

—Samu.—Murmuré para que nadie más nos escuchara.—Recién escuché a Hank decirle a Meredith que se comió una porción de torta de más, así que alguien de la oficina no comió. Creo que ese alguien es Zack. ¿Y si le enviamos un mensaje que diga "sé que te comiste la torta de Zack y si no me obedeces, te delataré"? Si lo hacemos bien, podríamos obligarlo a hacer algunas cosas.

—Lo hagamos.—Sacó su celular luego de fijarse si Hank estaba usando su computadora. Desde nuestro lugar podíamos verlo a través de la ventana y él a nosotros también, así que debíamos ser discretos.

"Te comiste la torta de tu compañero Zack. Si no haces lo que te pido, te delataré."

Miraba de reojo en su dirección mientras el castaño le daba la espalda para disimular que estaba con su celu.

Nuestra víctima frunció el ceño confundido y luego de mirar a su alrededor en busca de alguien sospechoso, respondió.

"Hank: quién sos?"

Murmuramos un poco para ponernos de acuerdo sobre la respuesta que podíamos darle.

"Es muy pronto para que sepas quién soy. Lo único que puedo decirte es que te conozco muy bien."

Estaba temblando de tanto aguantar la risa al ver la cara que había puesto por el mensaje que le llegó a la computadora. Fue difícil no reírme aún más cuando se lo tuve que describir a mi compañero de bromas.

Estuvimos enviándole más mensajes hasta convencerlo de que teníamos mucha información de él y que la filtraríamos si mañana a las cinco de la mañana no iba a las afueras de la ciudad para encontrarse con su supuesto acosador.

Si llegaba a ir a un lugar tan lejano, llegaría tarde al trabajo.

—¿Crees que irá?—Le pregunté con una sonrisa traviesa.

—Tal vez. Si mañana llega tarde, avisame.

Asentí. Lo de ir a un lugar tan lejos de acá fue su idea.

—Sos muy cruel, Samu.

—Sos igual de culpable que yo porque estuviste de acuerdo.—Se excusó con una sonrisa traviesa.

—No puedo argumentar nada contra esa lógica.

Nuestra víctima parecía haberse creído nuestra broma, así que probablemente mañana tengamos que inventarle alguna excusa por haberlo hecho esperar en el medio de la nada sin que nadie llegara.

—Lina, ¿mañana tenés planes?—Preguntó, cambiando de tema.

Antes de responderle la pensé por unos segundos, intentando hacer memoria si había quedado con algún paciente o de salir con mi mamá. Pero no.

—Nop.

—¿Querés que hagamos algo a la salida?

—Dale.

bromas y amores dulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora