19: Samuel.

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Samuel

El rumbo de mi vida no podría ir mejor; me había recibido de la universidad muy jóven y conseguido un trabajo muy bueno. Cuando llegaba el fin de semana, me invitaban a tantos lugares que tenía para elegir. Algunas amistades eran muy superficiales, pero también había conseguido amigos muy íntimos en quienes podía confiar ciegamente. Como había viajado tan de improvisto a visitar a mi mamá, no pudieron hacerme una despedida y se lamentaron por eso.
También me cuidaba mucho. Iba al gimnasio, siempre estaba atento a mis comidas y dormía muy bien.

Pero en algún momento, todo se volvió muy rutinario. No me emocionaba salir de fiesta, ni emborracharme o darme los lujos que podía por tener mucho dinero. Me aburrí de despertar solo en las mañanas o de pasar noches con alguna mujer. Obviamente lo disfrutaba en el momento, pero después sentía un vacío enorme.

No es que le tuviera miedo a los compromisos o a enamorarme. Al contrario, lo había intentado muchas veces. Llegaba a quererlas, desearlas y querer saber sobre las miniedades de sus día a día, pero igualmente no me hacían sentir vivo. No se asemejaba ni un poco a cuando estaba con mi primer amor.

Pensaba que solo era mala suerte, que ya llegaría la indicada. Aunque conservaba su anillo, no me había detenido a pensar si lo hacía por cariño a los viejos tiempos o porque todavía tenía sentimientos por Angelina.

Los primeros días en Inglaterra fueron bastantes densos para mí. En ese entonces, encontraba consuelo en ver fotos donde estábamos juntos y estaba atento por si subía publicaciones o historias a instagram, para poder ver cómo se encontraba. En un punto dejé de hacerlo todos los días sino que de vez en cuando. Al año de haber terminado con ella, el regalo que me había hecho seguía siendo mi objeto más preciado. Era como mi amuleto de la suerte; lo llevaba a todos lados y encontraba consuelo en este objeto, porque me recordaba a todos los buenos momentos que había tenido con ella.

Dejé de revisar sus redes cuando, luego de un año y medio de estar en Inglaterra, ella subió una historia con otro chico. En la foto, ella tenía una sonrisa de oreja a oreja. No quise comprobar si era su pareja o solo un amigo, pero había sido suficiente para ocultar su actividad para no volver a saber nada más de ella y su vida.

Debía seguir adelante y saber si estaba con alguien más me dolería muchísimo, así que evitaría descubrirlo a toda costa.

Ahora, con veintiséis años, solo pensaba en mi primer novia como un recuerdo bonito y cada vez más lejano. No era feliz del todo con mi vida tan rutinaria, pero tampoco es que fuera una persona infeliz. Siempre le ponía la mejor onda cada vez que tenía un proyecto personal y a mis amistades.

Me había convencido de que todo lo que había conseguido era más que suficiente para vivir en paz. No obstante, cuando vi a Angelina por primera vez luego de siete años, fue como si volviera a vivir. Solo necesité un segundo para volverme a interesar en ella e incluso había sonreído por su reacción tan avergonzada; ya que se había escondido rapidísimo en una sala. Pero yo la había reconocido aún más rápido que ella a mí.

El día que me rechazó toqué fondo. Esa noche me había emborrachado en un intento de ahogar mis penas. Era muy doloroso y me arrepentía tanto por haberla dejado hace siete años que incluso mi pecho dolía. Si al menos no estuviera enamorada de otro hombre, no dudaría en esforzarme por ganar su corazón.

Cuando me enteré que Zack le había sido infiel, estuve a nada de putearlo en mil idiomas, pero ante la idea de que Angelina estaba sufriendo, sola, fue suficiente para que me concentrara en ella.

Era una mujer hermosa. Tenía un sentido del humor único, siempre estaba para apoyarte y escucharte. Su presencia destacaba por sobre todas, se notaba a simple vista lo increíble que era. Era capaz de transmitir tanta calidez que encontrabas con facilidad un lugar seguro en ella. No dejaba que nadie la pisoteara o pasara de sus límites; ni siquiera dudó en ponerle los frenos a Zack y tampoco le tembló la voz al rechazarme. La amaba y deseaba estar con ella de manera tan intensa que incluso me dolía y el imbécil de su novio la hacía llorar. Por más que intentara pensar algún motivo válido, algún defecto en Lina como para traicionarla así, no se me ocurría absolutamente nada. No me entraba en la cabeza cómo podía haberle hecho algo así.

Aunque Lina no quería ni siquiera mantener una amistad conmigo, me las ingeniaría para cuidarla y hacerla feliz.

Eso pensaba antes de que se me confesara de golpe; que ella no tenía sentimientos hacia mí. Verla tan avergonzada, con el rostro sonrojado y sus ojos marrones, tan bonita y mirándome con timidez, me había hecho explotar de amor por ella.

Cualquier cosa que me pidiera, la cumpliría sin dudarlo. Lina me tenía como un estúpido a sus pies y haría cualquier locura por estar a su lado y ver su sonrisa hermosa que alegraba mis días.

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