21: Día del amigo, parte 2.

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Angelina

Aunque mi vida se había puesto patas para arriba hace cuatro meses, había podido sobrellevarlo bastante bien gracias a que contaba con el apoyo de mis seres queridos. Había conseguido un nuevo lugar para vivir que era muy cómodo y económicamente también había mejorado mucho. Mentiría si dijera que todavía no pienso un poco en la traición de Zack y Ema; presentía que era una herida que llevaría conmigo por un largo tiempo, pero al mismo tiempo era consciente de que hice lo mejor al alejarlos a ambos de mi vida. Ellos habían sido las dos personas más importantes para mí durante estos últimos tiempos, confiaba ciegamente en ambos y me traicionaron de una forma muy cruel.

Al comienzo me asustaba pensar que si volvía a estar en una relación y tenía una mejor amiga, la misma situación se repetiría. Me había vuelto algo desconfiada, pero por suerte fue una idea que, luego de trabajar en mí misma, se había disuelto. Mi autoestima había flaqueado un poco al pensar que no era lo suficiente buena cuando los vi a ambos teniendo relaciones sexuales, pero pude seguir adelante y fortalecerme. En algún punto, dejó de importarme verlos al estar centrada en otros asuntos personales más importantes. Me había planteado objetivos para conseguir estos meses y los había logrado todos.

Ya era bastante tarde, así que estaba de pijama a punto de tomarme un té de tilo para relajarme y dormir. Aunque la idea de relajarme la veía algo complicada, ya que me había llamado Samuel hace cinco minutos para preguntarme si podía venir a mi verme para hablarme de algo importante. No tardaría en llegar. De hecho, en lo que hirvió el agua y me preparé el té, escuché cómo tocaban mi puerta.

—Hola, Lina.—Se veía contento de verme, aunque estuvimos juntos en el trabajo en la tarde. Intentaba disimular su nerviosismo al tener las manos dentro de sus bolsillos. Estaba vestido de manera informal y su pelo se veía algo mojado por haberse bañado hace poco.

—Hola.—Le devolví la sonrisa, acercándome a él para darle un abrazo como saludo.

—Lamento venir tan tarde.—Musitó algo apenado, correspondiendo mi abrazo apoyando sus manos con delicadeza sobre mi espalda.

—Tranquilo, todavía no me acostaba.—Me hice a un lado, mirándolo con una sonrisita, tomando su brazo para incitarlo a entrar.—Pasa. ¿Querés un té?

—No, gracias.—Mi invitación y charlar conmigo pareció relajarlo un poco.—Vine por algo rápido. No me gustaría hacerte trasnochar.

—Te escucho, entonces.

Mi mirada bajó hacia nuestras manos. No me había dado cuenta que no lo había soltado y claramente Samuel se había percatado de ese detalle. Mi reacción tan avergonzada al soltarlo, hizo que me mirara con ternura.

—¿Te sientes lista para darme una oportunidad? Si todavía es muy pronto, puedo seguir esperando.—Esta vuelta, fue él quien tomó mi mano, con tanta suavidad que una sensación cálida invadió mi pecho. Me miraba con tanto cariño y amor que por poco me derretía.—La verdad es que había pensado en hacerte una sorpresa mañana, pero luego pensé que tal vez te sentirías incómoda si no estabas lista, y por eso me quería asegurar de no cagarla y no meterte presión. No vengo a confesarme ahora, solo quiero un sí o un no para dar el siguiente paso.

—Si.

Por más que intentó disimular la ilusión que le causó mi respuesta, terminó esbozando una sonrisa embobada. Probablemente yo estuviera sonriendo de la misma manera y también, podía sentir mi rostro caliente junto a mi corazón acelerarse.

—Está bien.—Soltó lentamente mi mano, como si realmente no quisiera hacerlo. No podía dejar de sonreír.—Nos vemos mañana, entonces.

—Nos vemos, Samu.—Lo volví a abrazar, esta vez con más fuerza al dejarme llevar por la emoción.

¡Me hacía sentir como en un cuento de hadas!

Correspondió mi abrazo mientras me daba un besito en la frente. Me encantaba. Demasiado.

Hace muchísimo tiempo que no me sentía tan emocionada, como una niña. Definitivamente no dejaría que se fuera de mi lado nunca. Me había llenado de expectativas sobre su sorpresa de mañana y ya había imaginado treinta escenarios diferentes donde en todos terminaba entre sus brazos.

—Dame una pista sobre tu sorpresa.

—Mañana ve en auto al trabajo. Lo necesitarás a la salida. No puedo decirte nada más porque lo vas a adivinar.

Tomé algo de distancia sin romper el abrazo para poder hacer contacto visual con él.

—Está bien.—Solté una risita.

Luego de no querer soltarlo por minutos, finalmente lo dejé volver a su casa.

bromas y amores dulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora