Angelina
A la salida del trabajo, Samuel me había invitado a caminar al parque. Estaba actuando con timidez, lo que me intrigaba demasiado. Deduje que era porque le había insistido en ir a los columpios.
—Samu, sientate.—Le ofrecí con una sonrisa, tomando con mis manos las cadenas. Mi novio se colocó enfrente mío, del otro lado del juego, agarrando las cadenas.
—¿Te gustaría que te columpie yo? Siempre lo haces vos.
—Pero puedo hacerlo sola.
—No importa, siéntate.
Le hice caso. Tenía que admitir que me gustaba mucho cuando él me consentía. Al cabo de unos segundos, empezó a mecerme con delicadeza.
—Tengo algo que admitir. Te he mentido en algo.—Confesó en un tono ameno. Incliné mi cabeza a un costado para poder mirarlo curiosa.
—¿Qué cosa?
—Aprendí a columpiarme en Inglaterra.
Lo miré indignada.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Porque me gusta que me columpies.
—Te lo dejo pasar porque es extrañamente algo muy dulce.—Esbocé una sonrisa, volviendo a mirar en frente. Escuché a mis espaldas su risa.
Nos mantuvimos en un silencio cómodo por unos segundos, en donde me distraje observando nuestro alrededor. El cielo se encontraba despejado, siendo posible observar las estrellas con bastante claridad. A unos metros estaba un pequeño camino de hormigón que recorría todo el parque, así que de vez en cuando circulaban algunas familias, amigos o parejas por esa zona. También se podía observar el lago, en el cual se reflejaban las estrellas. Una brisa suave mecía las hojas de los árboles y las flores a nuestro alrededor.
—Wow.—Exclamé con asombro al contemplar la naturaleza a nuestro alrededor.—No sabía que estas eran tus vistas cada vez que te columpiaba.
—Pensé que veías lo mismo que yo.
—No, siempre te prestaba atención a vos más que a nuestro alrededor.
Despacio, bajó la velocidad con la que me mecía.
—Tiene sentido. No puedo dejar de verte desde acá atrás.
—¿Querés cambiar?—Ofrecí, inclinando mi cabeza hacia atrás para poder mirarlo.
—No, está bien así.
Le dediqué una sonrisa ladina antes de volver a mi posición anterior.
Realmente era un panorama espectacular.
Samuel depositó una tierna caricia en mi espalda, a la vez que se colocaba enfrente mío. Se inclinó en mi dirección, tomando con suavidad mi mentón y depositando un beso en mis labios, el cual no demoré en corresponder.
—Te amo muchísimo, Lina.
—Te amo más, Samu.—Respondí con una expresión atontada.
Tenerlo enfrente había mejorado considerablemente el paisaje. No creía que podía seguir mejorando hasta que lo vi sonreír.
—Es imposible poner en palabras lo feliz que me siento cada día al despertarme y ver a la mujer tan increíble que tengo a mi lado. Siempre has sido la indicada, Lina. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.
—Si esto es una propuesta de matrimonio, acepto.—Bromeé mientras rodeaba sus hombros en un abrazo, aprovechando que se había quedado inclinado en mi dirección. Le dí un cortito beso en los labios.
Samuel se había quedado mudo, observándome atónito como si no pudiera creer lo que estaba diciendo. Su reacción a mi broma me confundió un poco porque ni siquiera parpadeaba; confusión que se transformó en pena al ver cómo él sonreía avergonzado mientras sacaba una cajita de su bolsillo.
—Parece que no hará falta que me arrodille y lo pida.
—No, no, no.—Exclamé apresurada.—Pedimelo. Hacé de cuenta que no dije nada, por favor.
Tomé su brazo para que no terminara de sacar la cajita de su bolsillo y no verlo antes de tiempo.—Lo siento muchísimo, en serio. La cagué con mi broma... ¡Encima venía todo tan romántico! Hasta me trajiste a este lugar.
Samuel empezó a reír en silencio mientras me miraba divertido por mi reacción tan apenada. Cuando volví a disculparme y al notar que por su silencio me ponía cada vez más roja, terminó soltando una carcajada.
—Por Dios, Lina, te amo tanto.—Exclamó entre risas.
Mientras él intentaba calmar su ataque de risa, yo seguía disculpándome.
Cuando volvió a la normalidad, me encontraba mordiendo mi labio inferior con nerviosismo, expectante a él. Apenas ví cómo sonreía mientras se arrodillaba enfrente mío, mis ojos se llenaron de lágrimas por la emoción.
¡No podía creerlo!
Sacó la misma caja pequeña de recién y, una vez que dejó a la vista el anillo más hermoso que había visto en mi vida entera, finalmente me lo pidió.
—Lina, ¿querés casarte conmigo?
—¡Sí, si quiero!
Samuel sonrió alegre y aliviado ante mi respuesta y luego de colocarme el anillo que encajaba perfectamente en mi dedo, nos abrazamos con mucho amor. Estaba segura de que en toda mi vida, nunca había experimentado una felicidad tan enorme como la de este momento.
Me acurruqué entre sus brazos, con una sonrisa tan grande que me hacía doler las mejillas. Empezó a acariciar mi cintura con una de sus manos, mientras me daba un beso en la sien.
—Me haces el hombre más feliz del mundo.
—Nos vamos a casar.—Sollocé emocionada, aferrándome más hacia él.—¡Nos vamos a casar, Samu!
—Si.—Estaba sonriendo igual de feliz que yo.—Vamos a formar una familia juntos, llorona.
—¡Si a todo!—Solté una risita enternecida.—También vamos a tener muchos gatitos.
—Todos los que quieras, mi vida.—Me besó con tanto amor que nunca creí posible que fuera posible transmitir con un simple beso.
Si esto no era el paraíso, no tenía ni idea de qué era.
—También sos el indicado para mí, Samu. Estoy muy feliz por habernos rencontrado. Definitivamente lo mejor que me ha podido llegar a pasar.
Me llenó toda la cara de besos y, también, limpió el rastro de lágrimas que me habían quedado.
—Lo de envejecer juntos será más pronto de lo que esperaba.—Comentó con una sonrisa, mientras se ponía de pie.—Ahora me duelen un montón las rodillas.
Las movió un poco mientras llevaba una mano a su cintura. Me puse de pie mientras me reía y no tardé en volver a abrazarlo y besarlo.
No tenía pensado soltarlo nunca.
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bromas y amores dulces
RomanceDespués de siete años, Angie y Samuel se reencuentran inesperadamente y deciden hacerles bromas a sus compañeros de oficina para pasar el rato. Un primer amor, luego de tanto tiempo ¿será capaz de volver o quizás nunca había desaparecido?