Angelina
Hoy tenía planes con Samuel. Sabía que lo pasaría increíble a su lado, aunque solo fuéramos amigos por ahora. Sabía que no pasaría nada entre nosotros durante el tiempo que le había pedido, pero de igual manera me había puesto bonita para él.
Me había colocado un vestido azul marino con un cardigan, junto con unas vans y maquillé de manera natural mi rostro. Estaba inspirada y me sentía muy bonita hoy, así que también había peinado mi cabello y puesto un collar delicado.
Como quedaba cerca de mi casa el punto de encuentro, había ido caminando. El castaño había insistido en pasarme a buscar, pero me había puesto firme en que no lo hiciera, porque realmente disfrutaba caminando y hoy era un día hermoso.
Cuando llegué a la plaza donde nos juntaríamos, él ya estaba ahí. Se encontraba apoyado sobre una pared, con la mirada perdida en el paisaje. Mientras me acercaba a él, sin que me notara, se me vino a la cabeza la idea de que, tal vez, se encontraba tan asombrado porque el lugar había tenido varios cambios en estos últimos años.
Miró en mi dirección al escuchar mis pasos. Como era otoño habían varias hojas secas así que fueron bastantes ruidosos. Sus ojos brillaron al igual que una sonrisa aparecía en su rostro, al verme.
—Hola, Lina. Te ves increíble.
Me sonrojé y al instante solté una risita avergonzada.
—Hola, vos también te ves increíble.—Le respondí de buen humor.—Es la primera vez que te veo usando ropa casual.
Samuel estaba usando un jean gris oscuro y un sweather azul marino. Vestido así, parecía una persona muy común, como si no fuera un maldito genio tan exitoso.
—Combinamos colores sin querer.
—Tienes razón, no me había dado cuenta.—Sin darme cuenta, me había acercado a él para poder estar en contacto. Lo tomé de la muñeca de su sweather.—¿Has visto ya lo cambiada que está esta zona?
—No.
—¿Quieres que te haga un tour turístico?—Bromeé, tirando sutilmente de su ropa, insitándolo a seguirme.
—Claro.
Me siguió, sin intenciones de soltarse de mi agarre. Mientras yo le mostraba lo distinta que se encontraba la plaza céntrica de nuestra ciudad, él me escuchaba atentamente y con unos ojos tan brillantes que solo un hombre perdidamente enamorado podía dedicar.
Me di la vuelta, deteniendo nuestro recorrido y le sonreí tiernamente. ¡Se veía muy lindo estando tan cautivado y nervioso por mí! Haberme puesto linda para él había tenido un resultado inesperadamente exitoso. Tal vez había crecido mucho, pero todavía seguía actuando de la misma manera tímida cuando se ponía nervioso.e
—¿Sigues sin saber columpiarte?—Interrogué, mientras tomaba su mano y tiraba nuevamente de él, hacia la zona de juegos.
—Si, no aprendí.
Al ver cómo unos niños miraban hacia los columpios, me apuré en llegar para ganarles.
—¿En serio tenés veintiséis años?—Se burló risueño, a lo que se la devolví.
—Por lo menos sé hacer algo tan básico y simple como columpiarme sin caerme en el intento.
—No puedo argumentar nada contra eso.
Me reí.
Cuando se sentó en el columpio, me puse a sus espaldas para mecerlo despacio. Él me miraba de reojo, girando su cabeza hacia un lado, con curiosidad por lo que estaba haciendo.
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bromas y amores dulces
RomanceDespués de siete años, Angie y Samuel se reencuentran inesperadamente y deciden hacerles bromas a sus compañeros de oficina para pasar el rato. Un primer amor, luego de tanto tiempo ¿será capaz de volver o quizás nunca había desaparecido?