La cacería del chico-gato.

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Jules se despierta unas horas después alarmado. Algo lo ha despertado repentinamente y no sabe que ha sido. Se levanta de golpe y el expediente 009890 cae al suelo. En el silencio de la casa lo único que destaca es el sonido procedente de su bolsillo.

-¿Bueno?-contesta el celular después de tranquilizarse un poco.

-Jules, te necesitamos en la central.

-¿Ahora?

-Sí, de hecho necesitamos a todo tu equipo. Ya vienen en camino-dice el operador antes de soltar un cansado suspiro-. Pilar quiere hablar con ustedes.

Jules suelta un gruñido. ¿Qué querrá esa vieja loca ahora? Camina hacia la salida y coge su chamarra del respaldo de una silla.

-Voy para allá.

-Gracias. Y, ehm, bueno creo que debo advertirte que Pilar está molesta.

-¿Cuándo no lo está?

Una cosa es que un superior con carrera militar o incluso, en el peor de los casos, policiaca, te de órdenes. Las entiendes y sabes que aunque no tengan sentido debes cumplirlas si no quieres entrar a un calabozo por desacato. Pero algo completamente distinto es que una mujer que no tiene conocimiento de las armas ni de la técnica venga y te ningunee como se le antoje.

Jules sale de su casa y entra al coche, se pone el arma en el cinturón y vuelve a la central. Por alguna extraña razón se siente más cómodo ahí, entre computadoras, secretarias, ruido de teléfonos y hombres con expedientes y armas ocultas. Mucho más cómodo de lo que nunca ha estado en su casa. Ahí se siente útil, su mente se apacigua y el silencio desaparece.

-¿Qué sucede?-pregunta a su equipo el cual espera afuera de una oficina. La oficina de la doctora Pilar.

-No sabemos, con esta vieja loca uno nunca sabe-contesta Ram, llamado en otro tiempo Ramón, a la vez que saca otro puro de su chaqueta. Se lo coloca en la boca y ahí lo deja, sin encender. Lo muerde mientras del otro lado se escucha una mujer hablando. Un perro con un hueso.

Jules se sienta junto a Damián que no deja de juguetear con su arma. Es un viejo revólver calibre treinta ocho de cañón largo. Abre el cilindro y mira los agujeros para las balas vacios. Lo cierra, jala el martillo y acciona el gatillo. Un gato con una bola de estambre.

Al otro lado de la puerta se escucha que alguien cuelga un teléfono. Pisadas de tacones se acercan a la puerta y corren el seguro sin abrirla.

-¡Pasen!-grita la famosa doctora.

El equipo entra con la frente en alto y en línea recta. Ram y Damián se sientan en las únicas sillas disponibles frente al escritorio de aglomerado. Jules se queda de pie a un lado.  

El cabello desteñido de Pila se mueve a la vez que ella revisa unos papeles en la mesa. Subraya algo con marcatextos color amarillo y hace una anotación. Pone su firma al final de la hoja y la deja de lado. Levanta la cara y mira a los tres hombres frente a ella como quien mira a perro cagando.

-¿Nos necesitaba?-pregunta Ram antes de que el silencio se haga más insoportable.

-No, fíjate que no los necesito. Yo pedí a gente competente que tuviera más de dos dedos de frente y me trajeron a ustedes-se levanta la montura de las gafas antes de agregar-. No los necesito.

-En ese caso...-Ram se levanta pero Damián lo detiene. No sería la primera vez que los mete en problemas su actitud visceral.

-¿Qué sucedió anoche?-pregunta la doctora echándose atrás en su silla. Sus ojillos negros le recuerdan a Jules los de una rata. Una rata de laboratorio.

De Felinos y Hombres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora