Neblina.

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Sasha se levanta pensando que es ya muy tarde. Tarda en abrir los ojos a pesar de que ya está completamente despierto. Siente una opresión en el pecho, cómo si la sábana con la que se ha tapado fuera demasiado pesada. Mira hacia abajo y ve una maraña de cabello negro con dos orejas que por dentro son rosas y con finos cabellos pálidos que hipnotizan para ser acariciados. Las manos de SP lo sujetan del pecho, su respiración es tranquila y cómoda. Sus pies están cobre las rodillas de Sasha quien se pregunta a qué hora de la noche ha pasado de la cama a su silla.

-Uhm... ¿SP?-dice en un susurro tomando al chico de los hombros para moverlo con delicadeza-, despierta.

No recibe respuesta del chico gato quien sigue apretándolo del pecho cómo si fuera un perezoso que se aferra a una rama.

-SP, despierta.

-No.

-Vamos, necesito levantarme.

SP se deja deslizar por el cuerpo de Sasha hasta llegar al suelo. Cuando sus pies tocan las frías baldosas del suelo, abre los ojos. Primero lo hace despacio, acoplando sus pupilas a la luz blanquecina que entra por las ventanas a través del nublado amanecer. Enfoca los dormidos ojos en Sasha y sonríe. Los abre por completo y se toca la cabeza, después los brazos, las piernas y por último, el pecho. En este último, los ojos de SP vuelven a cerrarse y sus labios se curvan hacia abajo lentamente mientras agacha la cabeza.

-Pensé que ya no dolería en la mañana-dice con su vocecilla apagada y ronca de tanto llorar-, pensé que sería cómo cuando me duele la pancita y que después de dormir ya no me dolería. Pero aun duele.

-¿Qué te duele?

-Adentro-contesta SP-. Algo adentro, cómo si esto-dice apuntándose al corazón-estuviera apretando, cómo si se hubiera roto y ya no funcionara bien. También me pesa el cuerpo y sólo quiero dormir-cierra los ojos antes de seguir con una voz que se rompe-. Dormido puedo ver a mi papá.

-Oh...-Sasha no sabe que decir y no porque sea un chico gato quien siente la pérdida por primera vez. Nunca sabe que decir en situaciones así. Lo siento mucho, SP, espero que te sientas mejor pronto. Eso no sirve, es patético como decirle al viento que no sople, como decirle a las olas que no vuelvan. El dolor viene y sabes que la persona frente a ti lo siente, se ve en sus ojos y tú sólo puedes ver cómo se ahoga en él. Le dices que las cosas saldrán bien, aunque tú mismo no estás seguro de eso. Sólo puedes mirar cómo el dolor sube por su cuerpo cubriendo sus hombros, su boca, sus ojos hasta que terminas por no ver nada.

-¿Puedo dormir más?-sigue SP mientras toma el peluche de gatito que descansa bajo una sábana delicadamente puesta por SP sobre su cuerpo de tela, justo debajo del cuello.

-No, no sería bueno que durmieras mucho-Sasha recuerda esa época y cómo comenzó todo. No va a dejar que SP caiga en lo mismo.

-Pero estoy cansado.

-No, no lo estás. Ven bajemos a desayunar.

-No tengo hambre.

-Entonces no podré enseñarte la sorpresa-contesta Sasha al salir del cuarto.

Baja las escaleras del pasillo hasta llegar al piso de abajo. Cruza la congelada sala hasta la cocina dónde pone leche en una olla sobre la estufa. Enciende la televisión y se sirve un plato de cereal. Está a punto de dar el primero bocado a los Froot-Loops cuando unos ojillos, o más bien, un ojillo y una oreja se asoman por el umbral de la puerta.

-¿Qué sorpresa?-pregunta SP. A Sasha le parte el alma escuchar su vocecilla ronca.

-Pues si te contara ya no sería sorpresa-contesta tan seguro que hasta él mismo cree que tiene una sorpresa preparada, lo cual obviamente es mentira.

De Felinos y Hombres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora