Un gran inicio...

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-Despierta, SP.

-Pero es muy temprano.

-No importa, despierta.

-Pero el sol aun sigue dormido y si él no sale, yo tampoco.

-Pero hay que prepararnos para el día.

-¿Qué día es hoy?

-El día de las luces.

Después de eso SP se levanta, se talla los ojos con ambas manos y bosteza mostrando sus blancos colmillos que sobresalen sobre la oscuridad del cuarto. Afuera los sonidos de la naturaleza son nulos, no hay pájaros trinando ni tampoco suenan las hojas de los árboles y los arbustos mecerse con el roce del viento. Los animalillos siguen dormidos en sus madrigueras en el bosque detrás de la casa de Sasha, acurrucados en la tierra caliente, dormidos con sus colas enroscadas a su cuerpo. El jaguar negro del zoológico de Chapultepec columpia su cola mientras sueña que mira el cristal y que detrás de este sólo hay un campo verde rodeado de árboles, lianas y tierra de color negro, tierra real y húmeda, no seca y falsa como la de su jaula.

SP camina descalzo por la casa de Sasha deslizando sus dedos sobre las baldosas frías y deseando a cada paso regresar a la cama y dormir diez minutos más. Bosteza de nuevo y baja las escaleras siguiendo a Sasha que se ve muy emocionado. En la cocina, SP se sienta en una periquera y se acuesta sobre la mesa.

-No te acuestes en la mesa-dice Sasha mientras toma la cafetera de la estufa.

-Pero tengo mucho sueño.

-Esto te lo quita, vamos, no seas flojo.

La taza frente a SP se llena de un líquido negro que huele dulce y se antoja al estómago. Toma la taza entre sus manitas y huele una vez más el olor a café y, metiendo sólo la punta de la lengua, prueba para saber si está muy caliente, no quiere quemarse de nuevo. Nota que está bebible y le da un trago moderado y cuando lo pasa por su garganta sus papilas gustativas se despiertan con el resto de su cuerpo.

-¿Qué es? Sabe muy rico.

-Café de olla-contesta Sasha sirviéndose una taza.

-Sabe... sabe a azuquitar y, y, y cómo a...

-A canela.

-Canela-SP inhala el olor de nuevo y da un trago más.

Se siente cálido por dentro, cómo si la tibieza del café lo rodeara y lo hiciera sentirse reconfortado y protegido. El sabor dulzón y amargo de la canela son un latigazo al final de la lengua y dejan un rastro de sabor que se hace tenue y desaparece cómo el humo de una fogata y con la combinación de una concha de vainilla SP casi puede asegurar –casi- que ha valido la pena despertarse temprano. Sasha enciende el televisor que muestra las noticias matinales. Lo hace para escuchar un murmullo más que nada y la presentadora muestra imágenes de el desfile militar del año pasado.

-¿Quieres más?-pregunta Sasha a SP mientras sostiene la cafetera de peltre azul con un guante de cocina.

-Sí, por favor.

-Sólo este y ya-dice Sasha mientras llena la taza-, los niños no deben tomar café.

-¿Por?

-Porque se quedan pequeños.

-Ay, es que yo quiero ser pequeño para siempre.

-¿Y cómo alcanzarás las galletas del estante de arriba?

-Pues te pido ayuda a ti.

-¿Y si no estoy?

-Pues te espero-SP muerde su pan mientras su cola se mueve detrás de él como un péndulo. Sasha se recarga de espaldas al refrigerador y mira el televisor que es el único ruido audible esa fría mañana de septiembre. Cuando terminan de desayunar Sasha pregunta:

-¿Quieres ver algo que me gusta mucho?

-Sí, ¿qué es?

-Ven-Sasha, con una sonrisa que le cruza el rostro, toma a SP de la mano y lo lleva al jardín. El rocío se impregna en los pies de SP haciéndole cosquillas. Suben por una escalera de caracol detrás de la casa la cual se mueve a cada paso que dan. SP comienza a sentir frío y aprieta más fuerte su taza que lleva a la altura del pecho. Ya en la azotea Sasha le da la mano para ayudarlo a subir un escalón de cemento.

-Es una... una tradición que tengo y es muy especial y nunca hablo de ella con nadie-comienza a decir mientras SP lo sigue por detrás-. Es algo que guardo en mi corazón y sé que suena tonto y que no tiene sentido, pero para mí sí tiene sentido.

-Sí para ti tiene sentido, entonces no es tonto-asegura SP.

-Y bueno, no lo comparto con nadie porque es algo que siento que se puede desperdiciar y que debe mantenerse secreto, sino sería algo normal o vulgar, cotidiano.

-¿Qué es?

-Mira hacia allá-Sasha señala el final de la línea de árboles que, ahora, son sólo sombras sobre un telón de color gris casi negro.

-¿Ves?

-No, no veo nada, Sasha.

-Ahora espera.

La línea sigue ahí, fría y oscura cómo tinieblas que se levantan del suelo. Como si fuera sólo un recorte de una hoja negra. SP toma un poco más de su taza y enfoca la vista. Sigue in ver nada. Cree que debería decir algo cómo: oh, sí, ya lo veo, es muy bonito, para no hacer sentir mal a Sasha porque cuando alguien dice cosas muy bellas y las dice rápido sin verte a los ojos es que son algo muy importante y que no debe tomarse a la ligera. Las estrellas están muy cerca del horizonte detrás de él y la luna no ha salido esta noche y justo cuando está a punto de tomar de nuevo de su taza, comienza a ver, casi imperceptiblemente, el cambio de color del cielo de un gris casi negro a un gris Oxford y de cómo los árboles se ven más nítidos pero aun negros. Poco a poco la luz es mayor, muy poco a poco las estrellas se van cómo invitados rezagados en una fiesta que ha terminado, con los tacones en la mano y los cigarrillos titilando en los dedos. SP vuelve a enfocar la vista y ve cómo las ramas de los árboles se mueven bajo la brisa y cómo ya no lo bombardea un silencio absoluto, sino un silencio amortiguado con el sonido de los pájaros cantando. El sol comienza a salir y pinta el cielo de colores, primero de gris Oxford y luego de un azul profundo. Después de unos minutos que pasan muy rápido el azul profundo se mezcla con el púrpura y así lo hacen después con el naranja hasta que todo el cielo, como su omnipresencia sobre ellos termina siendo un lienzo con pinceladas de colores inverosímiles que llenan cada espacio hasta que, sobre el horizonte, el sol sale hasta una mitad volviendo el tiempo a la normalidad, frenando la aceleración de las nubes y los segundos.

-Es algo que hago todos los quince de septiembre y sólo lo hago en esta fecha porque es algo especial que, si lo hiciera diario, sería algo normal y perdería su...

-Magia.

-Exacto. Y nunca lo compartí con nadie, ni con Troy porque era algo tan mío y tan personal cómo lo soy yo mismo. Y dudé en decírtelo a ti porque mi lista de cosas especiales podría reducirse en uno, pero no fue así.

Y con el humo del café de la taza y el sonido de la ciudad despertado SP recarga su cabeza en el hombro de Sasha quien a su vez acaricia el espacio de su cabeza entre las orejas, orgulloso de poder enaltecer este momento y compartirlo con alguien quien ahora es tan especial para él cómo una mañana de septiembre. Aumentando su lista de cosas especiales en uno, en lugar de reducirlo. La primera cosa especial que no es una cosa en sí, sino un chico, un chico con cola y orejas de gato.


De Felinos y Hombres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora