Un reencuentro entre salado y dulce...

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Elroy Andley miraba como su sobrino se mantenía en el jardín, mirando a la nada, pensando como atacar a los Grandchester sin que el problema sea mayor y que los periódicos divulguen todo. Le parecía molesto y descarado que ambos Grandchester se pasearon como si nada por las calles de Chicago sabiendo a cuentas que ya era habitual que el patriarca Andley saliera de paseo junto a ella, le molestaba a sobre manera.

Tenía miles de ideas para hacer que esos dos jovencitos se arrepintieran de existir, más porque se habían metido con el heredero de los Andley y era un ser inocente. Sobre Candy, le molestaba también porque a pesar de todo le tenía un pequeño cariño, pero aún estaba desconforme con muchas cosas sobre ella...

Se quedó pensativa, mirando a la nada como su sobrino, sobrepensando la situaciones y armando un rompecabezas, tenía una corazonada de que todo era una vil trampa y ellos terminarían cayendo en ella. Sin fijarse, un hombre llego hasta la entrada del arco del rosedal con la cara pálida, sucio por la tierra y agotado, al parecer había corrido grandes cantidades hasta llegar a ellos. Cuando se dió cuenta, decidió bajar para recibirlo junto a su sobrino

¿Necesita ayuda? -albert lo miro preocupado, era extraño que un hombre con eses ropas estuviera en ese estado- ¿Está en peligro?

Soy un sirviente de hotel de New york -hablo con la respiración entre cortada intentando regularla a la normalidad- he venido en tren y luego corriendo hasta acá...

Dios... -la tía abuela estaba estupefacta- ¿Porque ha hecho eso?

El señor Archibald Cornwell me ha enviado de suma urgencia... Tenía que cumplir el favor -comento-

¿Que sería? -Albert miro a su tía y luego al hombre-

Encontraron a la señorita Candice white Andley ayer por la tarde en una iglesia casi abandonada de un parque. Dio a luz....

¿Que?! -ambos gritaron sorprendidos, si sacaban bien el cálculo, Candy recién tenía los 7 meses y medio, no era tiempo aún. Esto angustio muchísimo a Albert, quien se imagino millones de tragedias a su mujer y a su querido hijo o hija- ¿Están bien?

Tengo entendido que la señorita Candy estaba en el hospital, el no me informo más sobre eso, pero el bebé es un varón sano y Salvo... -sonrío levemente-

Oh William! -la tía abuela estaba emocionada, así que sin más abrazo a su sobrino y le beso la frente. Jamás pensó que estaría viva para el momento en que William le daría un sobrino nieto- que alegría más grande!

Espero que se parezca a ella -albert sonrió con ilusión abrazando a su tia, quien le dió una adorable sonrisa-

Tengo el presentimiento de que tendrá las pecas y el cabello, talvez incluso la piel pálida -musito y miro al empleado- ¿Podemos ir a visitarlos?

No soy quien para prohibir... -comento- los llevaré con gusto...

Dejemos todo cerrado y mañana partimos tía, a primera hora... -sonrío sin más el rubio. Tenía las ganas de conocer a su hijo y no podía esperar- vamos! Apresuremos todo!












¿Cómo está Candy? -archie llegó tras un llamado de urgencia del hospital, no le habían dicho más allá, sin embargo, la voz del doctor sonaba angustiada. Eran las 04:12 AM y Eliza había decidido acompañar a Annie en el auto, esperando en el estacionamiento al joven- ¿le sucedió algo?

La muchacha pecosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora