Capítulo 10

23 2 0
                                    

—Puede que sí este un poco borracho —admitió Federico.

—Un poco mucho —murmuró alejándose de su toque; ya que, no sabía como actuar en ese momento, porque nunca había visto a uno de sus compañeros borrachos, y que sea precisamente a Federico a quien viera en ese estado era chocante.

—¿Te vas a tú casa? —le preguntó y él asintió en automático aún en shock por como estaba actuando el otro— ¿Entonces puedes dejarme en la mía? 

—¿Perdón?

—Perdonado.

—No te hagas el idiota —le dijo molesto y ya recuperándose de la sorpresa— ¿Por qué diablos yo te llevaría a tu casa? Ni si quiera se donde vives.

Federico se rio y asintió a sus palabras— Cierto, pero puedes llevarme en un taxi y despues ir a tu casa ¿No?

—No.

—Vamos, yo pago el taxi —insistió acercándose a él y tocándole el brazo.

—No me toques —se quejó manoteándolo— Y no, así me pagues el taxi no voy contigo a ningún lado.

—Pero estoy borracho.

—¿Y a mí que? —le cuestioné— Debiste pensar como ibas a regresarte antes de ponerte ebrio.

—Rodrigo... —y la extensión final de su nombre hizo que su cuerpo temblara, pero, no, por Federico era imposible. Seguramente era por el viento, sí era lo más seguro— Por favor —le pidió tomando su mano son delicadeza— No me dejes tirado.

—Ni si quiera puedo conseguir un taxi —le respondió entre dientes esperando desanimarlo; sin embargo, su mirada se iluminó y tirando de él extendió la mano para detener un taxi. Éstaba a punto de decirle que iba a estar mucho tiempo así cuando de la nada un auto se estaciona delante de ellos— Buenas noches —saludó Federico acercándose al conductor hablándole en voz baja unos segundos antes de abrirle la puerta del asiento trasero— Sube.

—¿Eh? 

—Conseguí un taxi, nos va a llevar a mi casa y dépues te llevara a la tuya —le explicó como si quién estuviera ebrio fuera él.

—Pero...

—Rodrigo, por favor, sube —le pidió esta vez con más fuerza en su tono de voz, como cuando le ordeno quedarse con la chaqueta— Conseguir un taxi aquí no es fácil...

«No será fácil para otros», pensó recordando como a la primera el maldito lo logró.

—...así que, solo sube, te llevará a tu casa.

—Después de dejarte a ti —le recordó y el asintió.

Viendo como sus opciones eran escasas aceptó a regañadientes y se metió al auto con Federico siguiendole, por lo que, se pegó al otro extremo del asiento trasero haciendo que el otro se ria.

—No muerdo.

—Pero si jodes, y mucho —le respondió poniendo los ojos en blanco.

—Quien iba a decir que el becado y calladito del salón tenía fuego —dijo con tono divertido y la sangre le hirvió, porque aunque en un inicio se enorgulleció de ser un becado Federico se había encargado de que odiara esa palabra.

—En serio, dime ya ¿Cuál es tu problema conmigo? —le preguntó mirándolo con fijeza.

Durante mucho tiempo había aguantado sus cometarios puntillosos, sus burlas, y más mientras estudiaban, pero ya no más, porque estaba más que listo para soltar todo lo que se guardó durante años.

¡Somos vecinos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora