Capítulo 27

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—Ya basta —no podía dejar de reírse de las estupideces que hacía Federico para hacerlo sonreír.

—Espera, aún no te muestro la mejor —le dijo poniendo una cara rara con la lengua afuera— Eta e ua lala develtila.

—No, no es divertida, da pena.

—Pero te reíste —señaló golpeándole ligeramente la nariz— y eso es lo que importa.

—Gracias.

Rodrigo no podía decir que nunca nadie se había preocupado por su felicidad, su familia lo hacía -aunque fuera condicional-, Alexis también estaba muy al pendiente de él, pero que Federico, un chico que claramente quería estar con él -y que aparentemente siempre había sentido algo- , era algo nuevo, algo que le hacía sentir estúpidas mariposas en su estómago manteniéndolo con una sonrisa de idiota cada que estaban juntos.

—Gracias a ti por darme una oportunidad.

—Ya lo has dicho.

—Y nunca voy a dejar de repetirlo —dijo tomando su mano—, porque es gracias a que me diste esa oportunidad estamos aquí.

—¿Y si nunca te hubiera dado esa oportunidad? ¿Si nunca me hubiera rendido ante tu molesta insistencia?

—Tengo plena fe en que mi molesta insistencia —repitió— al final hubiera ganado.

—Tienes un ego grande.

—No es ego, es confianza —lo corrigió Federico mientras el murmuraba un "ajá" burlón— De verdad, además yo nunca me hubiera rendido contigo.

—¿Nunca?

—Nunca —aseguró con ese tono siempre confiado que tenía acercándose a su rostro— ¿Alexis ya sabe que nos besamos?

—No —susurró mirando de sus labios a sus ojos nervioso del camino que tomaba y que ya sabía a donde llevaría.

—¿Rodrigo? 

—Dime.

—Creemos un secreto —pidió con un tono bajo que lo desarmó completamente mientras Federico se acercaba a él con paciencia -como siempre- dándole tiempo de cambiar de opinión -o de desesperarlo- antes de besarlo.

El beso inicio lento como todos los que llevaban dándose desde hace una semana que empezaron con estos "secretos" que creaban y  sin importar que no era el primero seguía sintiéndose como aquel que se dieron en ese parque.

Los nervios, las "mariposas", las ganas de aferrarse a Federico y no soltarlo eran iguales, o peor aún, aumentaban y eso a veces lo aterraba; sin embargo, el miedo no era suficiente para alejarse, pero si lo era la falta de aire.

—Mierda —se rió Federico acariciando suavemente su mentón.

La mirada que le daba después de cada beso lo dejaba sin aliento y su manera de tratarlo era tan delicada que durante esa semana que llevaban viéndose no podía dejar de prestar atención a ese detalle en particular.

—Siempre me tratas con delicadeza.

—¿No te gusta? 

—No, no es eso —negó—, es solo que... —como podía poner en palabras que le gustaba la manera en la que lo trataba, pero a la vez le hacía cuestionarse su persona— No sé, soy un hombre al igual que tú, no deberías tratarme con guantes de seda, no soy una chica.

—Sé que no eres una chica —le aseguró Federico y aunque su tono era serio podía notar una nota condescendiente que lo molesto en cierto grado— No me mires así.

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