Se sentía fatal.
La noche anterior había tenido fiebre, por lo que, amaneció con un horrible dolor de cuerpo que sus padres tuvieron que llevarlo al doctor, quien le ordenó descanso por tres días, además de una lista de medicamentos que él no recordaba, pero que su familia compró y le dieron apenas llegaron a casa.
Así que su mañana básicamente consistió en dormir, tomar pastillas, comer ir al baño, al menos hasta que Alexis llegó a visitarlo preocupado.
—Un mensaje no te va matar, me hubieras avisado, estúpido —le reclamó su amigo.
—No tenía ni fuerzas para eso —le respondió sorbiéndose la nariz.
Alexis suspiró antes de sentarse a su lado para acariciarle su cabeza hasta que se quedó dormido, porque aunque le hubiera gustado aprovechar ese tiempo con él y enterarse de lo que había sucedido en el instituto su cuerpo no estaba en ello, por lo que supo su amigo se quedó con él unas horas antes de irse a su casa, porque tampoco es como si pudiera estar a su lado todo el día, aunque hubiera sido bueno, ya que, él era de las personas que lo mimaban cuando estaba mal hasta que, claro, se recuperaba y empezaban los reclamos por no cuidarse.
Su hermana también estuvo con él, según ella, ese día había tenido libre en el trabajo, por lo que, se quedó a su lado toda la tarde, en especial cuando Alexis llegó.
Lo que más odiaba de estar enfermo era que se volvía muy complaciente, así que, cuando Ana le dijo que prepararía sopa de verduras aceptó sin lucha, aún cuando ese no era su plato favorito ¡Ni siquiera le gustaba! Pero no podía hacer nada más.
Mientras ella fue a prepararlo se volvió a dormir y solo se despertó cuando sintió que lo movieron suavemente por el hombro, por un segundo creyó que Alexis había vuelto, ya que la mano que lo tocaba era más grande que la de su hermana; sin embargo, cuando abrió los ojos se dio cuenta que no era su mejor amigo sino Federico quién estaba en su habitación.
—¿Qué haces acá? —le preguntó mientras el otro le tocaba la frente con una de sus manos.
—No fuiste a la academia hoy y me encontré con tu hermana hace un rato —le contó—, me dijo que te habías enfermado.
—Ujum.
—¿Sueles enfermarte a menudo? —le peguntó sentándose en su cama— No recuerdo que te hayas enfermado en el colegio.
—No me enfermo muy seguido —admitió—, y cuando normalmente sucede es porque me expongo al frío.
—Como el día de la fiesta.
—Como el día de la fiesta —concordó cerrando los ojos y volteándose para mirarlo bien— ¿Qué haces acá? —volvió a preguntarle.
—Ya te dije.
—Acá en mi habitación —especificó— Mi hermana... —No, su hermana si lo conocía, pero— Mi hermana no sabe que nos conocemos —le dijo.
Federico le dio una sonrisa corta mientras tomaba su mano— Puede que le haya dicho que somos amigos —admitió y él frunció el ceño.
—¿Y no te interrogó más?
—No, parece que le agrado —comentó feliz y él puso los ojos en blanco.
—No cantes victoria, yo te odio, ella te odiará con el tiempo.
—No lo creo —y la certeza que escuchaba en su voz era tal que no entendía como podía tenerla—, sobre todo porque a tu hermana no le agrada Alexis.
—¿Qué te dijo? —le preguntó con los ojos entrecerrados.
—No me dijo nada —le respondió, pero aún sonreía y eso no le daba buena espina.
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¡Somos vecinos!
किशोर उपन्यासOdiar a alguien cuando solo tienes que verlo unas horas al día en el colegio nunca supuso un problema para Rodrigo, al fin y al cabo nunca volvería a ver al imbécil de Federico después de su promoción. Sin embargo, el destino tiene otros planes para...