❃Bacio all' anima❃

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Se desperezó con los brazos bien en alto y las piernas estiradas. Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien como la noche anterior. Se sentó en la cama e hizo a un lado el cortinado rojo que cubría la pequeña ventana y contrario a lo que esperaba, se encontró con una pared de ladrillos. Desilusionado, volvió la mirada hacia la habitación y divisó un papel blanco en el piso junto a la puerta. Con rapidez se acercó y lo tomó leyendo la prolija caligrafía.

«Baja al comedor a desayunar. Come lo que desees. Z».

Damiano entrecerró los ojos.

-Quanto ti piace dare ordini, imbecille. / Cuanto te gusta dar órdenes, imbécil.

No podía negar que haber dormido tan bien le devolvió la lucidez que estuvo por perder anoche. Lo atribuyó a la vulnerabilidad que de pronto lo envolvió al llegar la primera noche en un país desconocido. ¿Qué omega se atrevería a hacer lo que él hizo? Viajar de un extremo del mundo al otro con tan solo dieciséis años. Era una locura. Pero mayor era la locura de quedarse en su casa. Terminaría como su madre, o quizá, muerto.

Abolló el papel y lo tiró en el cesto de la cocina. Caminó hacia donde había dejado su pequeña mochila y se vistió con la misma ropa que el día de ayer. Había tenido la delicadeza de acostarse con ropa limpia para no manchar las sábanas del alfa. Damiano estaba seguro de que se trataba de un toc. No había forma de que se sentara en la cama con la ropa que vistió en la calle. Era antihigiénico. Asqueroso.

Acomodó la cama, lavó el vaso que había utilizado y luego de dejar todo ordenado agarró su mochila y salió de la habitación. Mientras caminaba por el pasillo consideraba la posibilidad de rentar la habitación que estaba cerca del estudio de danzas al que iría a anotarse. Por el que había ahorrado cada centavo que conseguía y también, por el que le había robado a su padre la noche antes de huir.

En uno de los tantos días que su padre desaparecía, Damiano había descubierto en su cuarto una pequeña caja de lata. Al verla tan deteriorada creyó que solo se trataría de baratijas, sin embargo, fue enorme la sorpresa que se llevó cuando, al descubrir la tapa, encontró mil dólares dentro. Recordaba haber cerrado los ojos y elevar el rostro agradeciendo a su abuelo por haberlo iluminado para encontrar ese dinero. No dudó siquiera un segundo en tomarlo y esconderlo dentro de sus calzoncillos. Su padre no merecía misericordia ni ninguna consideración, era un maldito ser humano que destruía todo lo que tocaba. Esa noche su padre regresó y descubrió que faltaba el dinero. Fue la última noche de Damiano en Salerno.

Aferró la mochila a su espalda y bajó las escaleras. Aceptaría la propuesta del alfa de desayunar en el comedor. Era mejor llenar su estómago ya que no estaba seguro de cuándo volvería a ingerir comida. Con el dinero que tenía debía pagar la academia de danzas y el resto cuidarlo lo máximo posible hasta que consiguiera un trabajo. No estaba seguro de que tan difícil sería encontrar uno a su edad.

Supuso que el comedor sería donde entraban y salían tantas personas. Tragó saliva, levantó el mentón y caminó hacia allí. Al entrar, todas las miradas se posaron en él. Al parecer era la novedad del lugar y no le quitarían los ojos de encima durante su estadía allí. Presionó la mandíbula y fingiendo desinterés se dirigió hacia la mesa donde al parecer, según Zayn, podría servirse lo que quisiera. Agarró un plato y lo llenó de avena y algunas frutas, también tomó tostadas y mantequilla. Evitó una bandeja de panes enteros, parecían duros como piedra. El murmullo de voces a su espalda se elevaba cada vez más; no quiso girarse hacia el salón. Echó un vistazo a una jarra de acero que estaba llena de leche. Hizo una mueca de desagrado y se sirvió una taza de café bien cargado. Desde que su abuelo le había permitido probar esa bebida, no hubo vuelta atrás. Amaba la cafeína, a pesar de que Vitto le había advertido que a su corta edad era peligroso adquirir una adicción tan placentera por el café porque iría en aumento. Su abuelo no mentía, estaba seguro de eso.

Piccolo, el show debe continuar [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora