❃L'inizio della fine❃

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—Tranquilo, Damiano —le pidió Camille tomándolo de la mano. Un agarre que el omega deshizo rápidamente.

—No. Trastabillé —contradijo nervioso mientras observaba a las demás parejas quienes descansaban al igual que ellos.

—Amor, nadie lo notó. —Zayn trató de calmarlo acariciando despacio su espalda baja—. Todo estará bien.

—Eso lo dices porque no fuiste tú quien se equivocó.

—Amor...

Zayn trataba de ser paciente con Damiano. Estaban en los últimos estadios de la competencia y su omega estaba más irritable que nunca. Desde la inauguración del club, hacía dos meses, que ensayaban todos los días durante cinco a seis horas, excepto los fines de semana, los cuales el alfa había obligado al omega a descansar. Estaban exhaustos y constantemente de mal humor. Querían ganar, debían hacerlo. Ser ganadores del concurso de Hunnam les traería prestigio y fama. Pero, sobre todo, los mantendría distraídos de la amenaza que Nassef había jurado llevar a cabo y que los involucraba directamente.

Damiano cerró los ojos y respiró profundo.

—Perdón, amor... Es que siento mi cuerpo pesado, me cuesta bailar...

—Lo hiciste muy bien —intervino Camille—. Si te sientes de esa manera, no se nota cuando bailas, el error que tuviste fue imperceptible.

—¿Lo dices en serio? —cuestionó el omega preocupado.

—Muy en serio, Damiano. Lo has hecho bien.

El omega dejó escapar un largo suspiro e inclinó la cabeza hacia atrás respirando hondo una vez más y se arrepintió de haberlo hecho. La mezcla de olores allí dentro le revolvió las tripas. Muchos sabían ocultar su aroma como lo hacían Damiano y Zayn desde que habían aprendido a hacerlo, algunos los ayudaban los distintos tipos de supresores, sin embargo, los otros parecían no conocer ninguna de esas técnicas y, por ende, atestaban el lugar con sus desagradables esencias.

—Necesito ir a tomar aire —avisó a Zayn quien volteó enseguida hacia él.

—¿Quieres que te acompañe?

—No. Solo tomará unos minutos. ¿Me buscas si vuelven del receso? —pidió a su alfa quien asintió rápidamente mirándolo hasta que salió del salón.

Damiano corrió a través del pasillo hasta empujar las puertas que lo llevaban hacia el exterior. Inhaló el aire helado que recibió en la calle y se sentó en el último escalón de las extensas y anchas escaleras frente a él. Divisó a un chico que estaba parado al pie de la misma, pero lo ignoró. Agradeció por el aire puro y la ausencia de olores apestosos que le revolvían el estómago.

Escondió el rostro en sus manos mientras inhalaba hondo una y otra vez. Se sentía agotado, con mucho sueño y hambre; el que había estado ignorando el último mes que pareció acrecentarse ante la presión que estaban viviendo. Había recibido muchas llamadas de atención de Zayn, quien prácticamente le obligaba a comer. No obstante, Damiano no podía olvidar las palabras de Camille. Cuanto más liviano se encontrara, más sencillo sería para su alfa levantarlo en los trucos y sus movimientos serían más fáciles de llevar a cabo. Su instructora no se refería a dejar de comer, Damiano lo comprendía, sin embargo, el nudo en el estómago se lo impedía y cuando lo hacía, el malestar que le provocaba la comida simplemente lo asqueaba.

El chico que permanecía parado al pie de las escaleras se sentó en el primer escalón y relajó su postura, probablemente, esa era la razón por la que liberó su aroma. Damiano quitó el rostro de sus manos cuando sintió una brisa que trajo consigo olor a playa. Olisqueó el aire y un suave aroma a mar se coló por su nariz contagiando la calma que portaba esa fragancia; recordaba esa esencia.

Piccolo, el show debe continuar [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora