❃Venus❃

174 20 96
                                    

—¡Piccolo! —gritó observando con una sonrisa al omega, quien caminaba cabreado por el pasillo del hogar algunos pasos delante de él—. ¡Damiano, estoy hablándote! —Negó con la cabeza mientras el menor entraba en su habitación. Aceleró los pasos para entrar también, sin embargo, Damiano le cerró la puerta en la cara. Quiso abrir, pero el italiano había puesto la llave—. Damiano... —advirtió esta vez con seriedad—. Abre la puerta. —Golpeó algunas veces sin obtener respuesta.

Bajó la mirada y como le había enseñado su terapeuta, respiró profundo algunas veces cuando sintió que las emociones estaban desbordándolo. Porque, no podía poner en duda que su omega era precioso, inteligente y por demás perspicaz. Una perspicacia que lograba enloquecer a Zayn de maneras diferentes.

—Abre la maldita puerta, omega —pidió apretando los dientes.

—¡No! —gritó el italiano desde adentro.

—Damiano..., es mi habitación también. Abre ahora.

—¡No voy a abrirte! —gritó otra vez—. ¡Vete a golpear la puta puertita roja, imbécil!

Zayn rodó los ojos negando con movimientos lentos de cabeza, mientras se limpiaba con los dedos los costados de sus labios intentando hallar calma. Sabía que no conseguiría nada de la manera en que le estaba hablando a su omega ya que podía sentir a través de su lazo el enojo y la frustración de Damiano. Respiró profundo una vez más.

—Amore... —dijo esta vez con voz tranquila—. Sabes bien lo que siento por ti. Sé que puedes sentirlo. Eres mi omega, piccolo... —aseguró—. Vamos, tesoro, abre la puerta y hablemos...

Sintió en su pecho el cambio de actitud de Damiano, quien solo se demoró poco menos de un minuto en quitar la llave de la puerta, la misma que Zayn abrió despacio y luego cerró rápidamente para adentrarse en el cuarto. El omega estaba de pie junto a la cama, sus brazos estaban cruzados y su mirada seria estaba puesta sobre el alfa.

Al tenerlo enfrente, Zayn lo observaba detenidamente ocultando una sonrisa ante la actitud caprichosa del omega; era tan precioso a simple vista. Su cuerpo había cambiado gracias al entrenamiento que Damiano había comenzado hacía algunos meses en el estudio de Camille. Su abdomen estaba trabajado y las curvas de su cintura se habían pronunciado, igual que la de sus muslos y su cabello, el que no se cansaba de acariciar cada vez que podía, había crecido rozándole las orejas. Era una vista exquisita que el alfa no se cansaba de admirar y sumado a esos arranques de celos que Damiano tenía, solo hacían que el alfa lo deseara y lo amara cada vez más. 

—Amore...

¡Non osare! / ¡No te atrevas! —lo interrumpió—. No me hables suavecito —exigió señalándolo con el dedo índice—. ¡No lo hagas, alfa estúpido!

—Damiano, por favor... Sabes que no tienes motivos para ponerte de esta manera que solo hace que me provoque desearte más de lo que ya lo hago. —El omega elevó el mentón y levantó un poco el hombro—. ¿No te importa?

El cambio de voz del alfa a un tono más suave hizo que el corazón del omega comenzara a latir más rápido.

—No... —dijo, contrario a lo que comenzaba a sentir en su pecho y en su entrada.

Zayn supo que podía acercarse y lo hizo despacio, tomando de la cintura a su chico en cuanto lo tuvo cerca.

—Mi amor, sabes que Amber no me importa... —aseguró casi en un susurro sobre los labios de su omega—. Es a ti a quien amo con locura, también eso lo sabes. —Veía a Damiano apretar los dientes mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Tesoro... ¿Dudas de mi amor?

Damiano chasqueó la lengua y le propinó al alfa un suave puñetazo en el estómago.

—Sabes que no dudo de tu amor... —respondió enseguida—. Es ella... Esa puta arrastrada que no se da por vencida... Has visto lo que hizo en el comedor... ¡No deja de provocarte! —gritó indignado—. ¡Voy a arrancarle todas las uñas a esa gata en celo!

Piccolo, el show debe continuar [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora