❃Tu sei la mia salvezza❃

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Zayn abrió la puerta del comedor y los ojos se posaron sobre él que sostenía de la mano al omega, a pesar de los reclamos de este porque no lo hiciera. Damiano miró al pelinegro y lo vio sonreír con picardía cuando comenzó a caminar. Las miradas fisgonas los seguían atentamente mientras atravesaban el comedor hasta llegar a donde se encontraban los alimentos.

El alfa tomó un plato y comenzó a llenarlo con las diferentes comidas disponibles para los alfas. Damiano permanecía a su lado y dudaba de imitar sus acciones, ya que ahora sabía que por ser omega debería servirse únicamente pan y leche. Agarró una de las tazas que se encontraban junto a las jarras de metal y cuando estuvo a punto de servirse leche Zayn lo interrumpió.

—¿Qué haces, omega?

—Estoy sirviéndome el desayuno —respondió como una obviedad, mirándolo confundido.

Zayn se acercó a él y le tomó la mano volteando su palma hacia arriba y apoyó el plato con toda la comida que había elegido.

Esto es para ti, omega —le dijo con seguridad. Luego tomó otro plato y comenzó a llenarlo de igual manera que el anterior.

—Zayn, no —reprochó el italiano—. No puedo comer toda esta comida cuando el resto de los omegas solo come pan viejo y leche. —El alfa lo ignoró mientras continuaba eligiendo el desayuno—. Sto parlando con te, alfa arroganti. / Estoy hablando contigo, alfa arrogante.

Zayn giró su cabeza hacia el omega, lo miró fijo y se acercó lentamente a él. El omega tenía el ceño fruncido y un leve mohín en sus labios. Una actitud caprichosa que a Zayn le comenzaba a gustar demasiado.

—Tienes que alimentarte, Damiano. Por atenderme no has comido bien los últimos días... —explicó amablemente—. Por favor... —agregó con voz suave.

Damiano no había dejado de mirar al alfa a los ojos desde que este se había girado hacia él. Había algo en esa mirada y en el suave sándalo que lo envolvía, que pretendían socavar sus deseos, imponiendo los del alfa a su antojo. Asintió despacio, maldiciéndose internamente por ir en contra de lo que siempre le había molestado y sujetó con ambas manos el plato que Zayn le había dado.

—Elige una mesa y ve a comer —ordenó de buena manera el alfa—. Enseguida iré contigo.

Damiano asintió otra vez y volteó hacia el salón. Las miradas iban y venían en su dirección. Le gustaba ser el centro de atención, pero no de esa manera. Lo hacían sentir incómodo, además de que Damiano tenía muy claro que ese no era su lugar. ¿Qué estaba haciendo todavía allí? Debía despejarse, cuando tenía cerca la esencia y los ojos de Zayn no podía pensar con claridad. Llevó una vez más su mirada al alfa y lo vio hablando con el omega que había sido amable con él el día que Zayn lo trajo al hogar. Recordaba que su nombre era Ethan. Apoyó el plato sobre la mesa y en ese mismo momento dos manos se apoyaron también en esta. Levantó la mirada y se encontró con la omega con olor a vainilla.

—Esa comida es para los alfas. No puedes comerla, omega rastrero —advirtió de mal modo.

Damiano alzó las cejas y esbozó una pequeña sonrisa mientras apoyaba la espalda en el respaldo de la silla y se cruzaba de brazos.

—Si mi memoria no falla, hace dos días te vi comiendo esta misma comida... —pronunció burlón—. Y no te veo mucha pinta de alfa.

—Esa comida era para alimentar a mi alfa durante su celo —respondió con una sonrisa.

—¿Tu alfa? —fingió confusión—. ¿Es el mismo alfa que no se cansó de cogerme hasta esta mañana? —alzó una ceja y se mordió el labio ocultando una sonrisa cuando la molestia de la omega se hizo evidente—. Debo aclarar que su celo terminó ayer —se inclinó hacia ella y susurró—: Creo que esta mañana me cogió solo por gusto.

Piccolo, el show debe continuar [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora