❃Fenix❃

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Puso un pie de nuevo en la acera mojada al salir del último hotel en el que había intentado registrarse esa noche también y elevó la mirada al cielo. Estaba cansado de caminar en busca de un lugar, necesitaba dormir bien. Bajo la fría lluvia de Brooklyn ya no se le hacía tan buena idea haberse ido del hogar. Sin embargo, era conocedor de que había sido la mejor decisión que pudo tomar, a pesar de que anoche tuvo que dormir en el banco de una plaza, porque ningún maldito recepcionista le permitió alquilar una jodida habitación. Todos ellos tenían una excusa válida y Damiano los odió por eso. "Eres menor de edad" "¿Dónde están tus padres?" "No quiero tener problemas con tu alfa, seguro escapas de él"

Stronzi del cazzo —espetó furioso.

Debería dormir otra noche más en la calle. No llevaba el abrigo suficiente y estaba haciendo demasiado frío y la lluvia no ayudaba en nada. Odiaba la situación, pero bajo ningún concepto regresaría al hogar. Quería olvidarse del demente de Zayn.

No importaba que su cuerpo le pidiera el calor y la esencia de ese alfa engreído, maleducado y psicópata; tampoco el recuerdo de sus manos recorriendo su cuerpo con tanto conocimiento y delicadeza. Aún podía sentir la sensación del nudo del alfa llenándolo por completo; el latido por el cual se había obsesionado los días que había pasado junto a Zayn.

Comenzó a caminar sin un rumbo fijo. Necesitaba un lugar donde poder resguardarse de la tormenta. Quizá alguien podría indicarle algún refugio, no obstante, parecía que la gente se había cobijado en sus hogares, pues las calles estaban vacías. Dobló en una esquina y deseó no haberlo hecho cuando se encontró con un grupo de hombres que lo vieron de inmediato. Se detuvo en seco y tragó grueso. Damiano no solía temerle a la noche ni lo que esta le presentaba, sin embargo, en ese momento sintió miedo. No sabía por qué se sentía tan desprotegido y sensible. Tampoco supo muy bien por qué fue el rostro de facciones árabes el que se presentó primero en su mente, observándolo con esos cautivantes ojos que deseó tener enfrente, seguramente Zayn sabría qué hacer.

Carraspeó ante el pensamiento de omega necesitado que se apoderó de su mente. Damiano no era así, no necesitaba depender de ningún alfa que lo cuidara, podía él solo. Tomó con fuerza su mochila, allí dentro llevaba todo lo que tenía, sobre todo los dólares que necesitaba para la academia. Retrocedió y comenzó a deshacer el camino que había andado. Se giró sobre su hombro y su corazón comenzó a latir más rápido cuando confirmó que los tipos lo seguían.

Figli di puttana / Hijos de puta —masculló con rabia.

Comenzó a correr por las calles mojadas, podía escuchar a los hombres detrás de él que le gritaban cosas sin sentido y por un momento temió que le sucediera lo mismo que con Evan, con la diferencia de que estos pudieran terminar lo que el otro no pudo. Quiso correr con más rapidez, pero uno de los hombres lo alcanzó de todas maneras tomándolo de la chaqueta, lo detuvo y abruptamente lo empujó contra la pared. Los otros llegaron hacia donde ellos se encontraban y permanecieron detrás del hombre que sujetaba a Damiano.

—Miren lo que tenemos aquí... —dijo el alfa; olía a tabaco y alcohol. Se acercó al rostro del omega y lo olfateó—. Si no estuvieras tan cagado de miedo olerías de maravillas. —Se relamió los labios con deseo.

—Déjalo, es solo un niño —advirtió con aburrimiento uno de ellos. Damiano lo observó, esperando a que el tipo que lo sujetaba en verdad lo escuchara—. Revísalo, quizá tenga algo de valor.

El hombre pasó la nariz por la mejilla del omega, quien cerró los ojos por ese asqueroso contacto, temeroso de que intentara algo más.

—Deja de jugar, John —pidió de mala manera el mismo hombre—. Revísalo de una vez.

Piccolo, el show debe continuar [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora