Cuando Jackeline era niña le gustaba mucho una manta tejida que le había hecho su madre. Era suavecita y solía tallar su rostro en ella buscando consuelo de las enormes tormentas que se soltaban en invierno. En esos tiempos le encantaba beber chocolate caliente y comer panecillos con mermelada de frutillas. Siempre tenía los pies helados y era inevitable no ponerlos al fuego, cerca de la chimenea, mientras leía los libros que había tomado de la biblioteca.
Sus preferidas eran las novelas de fantasía, sobre dragones, princesas, príncipes con armadura y castillos hermosos. ¿Qué niña no sueña con un castillo?, ¿qué niña no sueña con convertirse un día en reina y llevar coronas hermosas?
Estaba segura de que si la pequeña Jacky miraba la situación en la que estaban ahora seguro se decepcionaba un poco por no ver un corcel blanco y no saberse vencedora de una bruja malvada.
Es curioso como las historias que uno anhela de pequeño se vuelven distorsionadas a medida que se va creciendo. Hay algo melancólico en eso de estirarse un par de centímetros e ir perdiendo sueños con cada uno de ellos. Es normal que se instale un nudo en la garganta cada que se piensa en esos años donde muchas cosas parecían posibles y las sentías en las palmas de las manos como si tan solo tuvieras que pararte de puntitas para tomarlas. Seria tonto no recordarlo; seria un suicidio dejar de creer que esos tiempos vivian, porque de ellos actualmente se existe. Todos ocupamos un poco de chispa para sobrellevar estas épocas; todos ocupamos recordar cuando era posible ser una princesa y los días felices se definian con un café caliente y un pan glaseado.
La carta que Vanessa le había mandado la dejó pensando todo el día, no planeaba hacer lo que ella le decía, ni loca que estuviera. Una situación como la suya terminaba con ser el chisme de la ciudad, el hazmereir de todo el pueblo, y ojala Dios no lo quiera, pero bien podría ir a la cárcel.
一Violetta Whitman...一susurró su nombre bajito, como temiendo que la escucharan, mientras sus manos manchadas de tierra cubrían las semillas que su hermana le había mandado.
Ese era un nombre que la sociedad londinense no pronunciaba.
Poco antes de que Jackeline se casara con el duque todo el mundo traía de boca en boca a la pobre dama. Siendo la única hija de los barones Belmont, Violetta Whitman tenía una pesada carga en sus hombros: debía conseguir un marido poderoso para que sus padres la perdonaran por no haber sido un varón, ya que sin duda la culpa de que no hubiera un heredero era suya por no ser hombre.
Al poco tiempo de ser presentada en sociedad comenzó a ser cotejada por un conde de esos enigmáticos que hacen que las rodillas tiemblen ante su sola presencia. Benjamin Matthew era un sueño para cualquier mujer casadera, y Violetta lo tenía. Una boda planeada, un vestido confeccionado, y una novia cuyo compromiso se rompió unas semanas antes del gran día.
Un día estaba sobre suelo firme y al otro el enigmático conde decide que no es suficiente para él, y comienza a cortejar a una dama mucho más joven y rica. Jackeline no podía ni pensar lo que la pobre mujer había sentido al verlo bailar en brazos de otra en esos salones de fiesta donde fue suyo.
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La condena del diablo
Historical FictionUna esposa virgen. Un marido ausente. Una pasión apagada que está a punto de arder. 5to libro de la saga "la debilidad de un caballero" No es necesario leer los libros anteriores para entender este✨ CONTENIDO +18