Capitulo 32

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Este capítulo va dedicado para todos aquellos corazones que les gustaría tener una segunda oportunidad.

~•~


—No puedo hacerlo—se quejó Violetta apartándose del espejo.

—Sí puedes—Jackeline le tomó la cintura y la regresó para terminar de arreglarle el cabello.

En el corazón de Violetta había un nudo hecho con esperanza, dolor, miedo y amor... mucho amor.

No podía dejar de pensar en lo que estaba a punto de hacer. Ni siquiera pudo dormir despues de verlo porque cada que parpadeaba estaba él.

—Es que tú no lo viste—se defendió Violetta. Fisicamente estaba ahí sentada en la habitación, pero espiritualmente aun seguía bailando en sus brazos—. Eran sus ojos, Jacky. él me enamoró con esos ojos. Y luego estaba su sonrisa, ¡Y por Dios! Tú no sabes cuantas noches soñé con esa sonrisa.

Muchos dicen que es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado.

Pero era una reverenda estupidez.

Hay corazones rotos que desearían repararse y olvidar a la bestia que los hizo pedazos. Corazones sangrantes que darían todo por recordar la sensación de paz que había antes de todo el caos. Y están aquellos que intentan olvidar lo amado en camas de terceros, fingiendo que no se acuerdan de sus labios cuando besan otras bocas y alegando que ya no lloran cuando por las noches mueren de nuevo al recordar los planes que tenían juntos y la vida que nunca pudieron construir.

Amores de esos que se les dedica un trago de whisky y una sonrisa pasajera a mediados de la tarde.

Benjamín Matthew había sido de esos amores, porque lo tenía tan incrustado en el alma que por más brazos que se le presentaran siempre terminaba buscando su calor. Todo la llevaba de regreso a él.

Aun cuando dolía.

Aun cuando ardía.

Aun cuando no fuera fácil recordar.

Siempre sería ese tipo de amor que vuelve una y otra vez.

Jacky le puso las manos en los hombros y sonrió con ternura.

—Todo estará bien—la consoló transmitiéndole confianza como muchas veces ya lo había hecho con ella—. No es suicida y me imagino que ha de saber lo que le pasará si te llega a hacer algo, porque Vanessa y yo no somos ningunas santas.

Violetta sonrió intentando llenar sus pulmones de valentía y dándose ánimos para que los nervios desaparecieran aún cuando sabía que ahí se quedarían toda la tarde.

—De acuerdo, termina.

Jacky asintió y continuó acomodando su cabello, después retocó su labial y la llenó de perfume por todo el cuerpo. Por si acaso.

Después de eso un lacayo tocó la puerta de la dama y asomó la cabeza sin perder el porte recto.

—El conde de Montesquieu la espera en el recibidor, milady—en su mirada había tanta sorpresa como en la de las dos mujeres.

Ambas asintieron y él se marchó.

Tragó grueso, se puso de pie, le dio un abrazo de despedida a su hermana y comenzó a caminar. Bajó las escaleras con un temblor extraño en los tobillos que pensó que no podía ponerse peor, pero supo que se equivocó cuando lo miró de pie frente a la puerta con un enorme ramo de tulipanes morados en sus manos. Traía un atuendo despreocupado que jamás le había visto con un pantalón claro y la camisa un poco desabotonada, fajado y sin perder la elegancia, tan guapo como siempre.

La condena del diablo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora