—Hacer las pases contigo no quiere decir que podamos dormir en la misma cama—amenazó desde del marco de la puerta con los brazos cruzados.
León rio con los dedos listos para desabotonar el chaquetin.
—Eres una amiga muy aburrida—bromeó quitando el primer botón.
Las mejillas de Jackeline se encendieron. Él no sería capaz de tentarla de esa manera, ¿o sí?
—Fuera—se hizo a un lado para mostrarle la salida.
Si León no se marchaba no sabía cuánto más duraría su cordura.
Él soltó una carcajada ronca en respuesta, de esas que le gustaban porque podían erizarle la piel en cuestión de segundos.
Avanzó hacia ella y se aprovechó del nerviosismo que comenzaba a llenarla para inclinarse y dejar un beso en su mejilla, de esos cálidos que le hacían desear otro.
—Descansa, Jackeline.
Y se marchó buscando una habitación para dormir alejado de ella. Lo miró alejarse y sonrió pensando que haber hecho las pases con él al final no había sido tan mala idea. Quizás se terminarían llevando bien y hasta podían formar una amistad en aquel matrimonio que les había quedado chico.
—Sí me da frío será tu culpa, ¿eh?—se quejó él sobre su hombro.
Le sacó una risa tierna.
—Siempre le puedes pedir al fantasma que te abrace.
León asintió con resignación.
—Un beso también le voy a pedir para darte celos.
—¡Ja! Jamás tendría celos de ti.
—Eso dices ahora—le guiñó un ojo juguetón mientras seguía su camino. Si continuaba caminando sin ver podía caerse de forma muy graciosa.
—Descansa, León.
Le sonrió cerrando la puerta detrás de ella.
Era curioso.
Hacía unas horas en su garganta había un nudo del tamaño de su corazón. La angustia la consumía y la tristeza le carcomía el alma, y ahora, aún después de haber escuchado lo que Leon tenía para decirle y de enterarse de situaciones inminentes y complicadas, se sentía bien. Ligera. Tranquila.
Era como si dentro de su pecho brillara una luz que agradecía estar haciendo las cosas bien con él.
Su niña interior bailaba de felicidad por la reconciliación.
~•~
La vida poco a poco comenzó a adquirir una rutina que les vino bien a todos. Temprano en la mañana desayunaban escuchando las divertidas historias de Evangeline, después tomaban el sol en el jardín o iban al mercado a buscar cualquier cosa para perder la tarde. Tomaban té, y por la noche volvían a compartir la mesa entre risas y conversaciones triviales.
Le gustaba ver a Violetta con Benjamin, era curioso cómo relucían cuando estaban juntos y parecían entregarse el alma con la mirada. Hacían una hermosa familia y todo aquello le estaba sentando de maravilla a la niña que poco a poco comenzaba a comprender que el conde era su padre.
También le gustaba ver a León.
Era como si finalmente hubiera quitado una máscara de su rostro para dejar a la luz al niño risueño que escondía por temor al mundo. Ahora reía con más frecuencia, bromeaba y disfrutaba ponerla nerviosa con su cercanía.
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La condena del diablo
Ficção HistóricaUna esposa virgen. Un marido ausente. Una pasión apagada que está a punto de arder. 5to libro de la saga "la debilidad de un caballero" No es necesario leer los libros anteriores para entender este✨ CONTENIDO +18