—Esta es una mala idea—se quejó Jackeline negándose a bajar del carruaje.
Violetta le tomó las manos para transmitirle seguridad. Vanessa siguió el movimiento con sus ojos y un pinchazo le atacó el corazón. Ella debía ser quien la consolara y era extraño ver a alguien más haciendo el trabajo de hermana, aún cuando sabía que eso era lo mejor para Jacky.
Respiró profundamente para sí misma.
—Todo está bien—susurró Violetta—. Julian es mi amigo y es buena gente. Además, no buscas enamorarte ni caerle bien, solo queremos que te vean caminando de su brazo por las calles.
Jackeline asintió.
—Por eso es una mala idea.
Estaba temblando.
—Todo estará bien—repitió Violetta—, además no estarán solos. Vanessa y yo iremos detrás, y creo que también viene su hermana.
—¿Hermana?—preguntó frunciendo el ceño.
—Sí, Elizabeth Weathly, es muy amable, te caerá bien.
Jackeline no escuchó la oración completa. Se quedó en "Elizabeth", y no supo más después de eso. En tanto a Vanessa, su mente siguió repitiendo la palabra "Weathly".
Elizabeth Weathly.
Esposa de Daniel Weathly.
El hombre del que estuvo enamorada e intentó huir para no casarse con su actual esposo.
Un nudo se le atascó en la garganta.
Sabía que se había casado con ella porque fue un chisme que corrió por todas las bocas de la ciudad. El duque que contraía nupcias con una plebeya. Y después de su boda habían partido a España para hacer su vida y vivir cómodamente su matrimonio, pero ahora habían vuelto y tenía años sin verle la cara, mucho menos a su esposa.
Vanessa se había enamorado de Gabriel, su esposo. Tenía dos hijos y un embarazo precioso. Era feliz. Y no extrañaba a Daniel, pero a veces se acordaba de él. Era inevitable no hacerlo. Era como un recuerdo difuso que navegaba entre los fantasmas de su mente, y se desvanecía para volver a rondarla un par de meses después cuando hacía alguna de las cosas que sabía que a él le gustaban.
—... y no podrás obligarme—salió de sus pensamientos escuchando la voz de Jackeline.
Violetta suspiró.
—¿Ni siquiera diciéndote que después de esto León estará tan furioso y celoso que abrirá los ojos y volverá rogándote?
Las dos se quedaron mirando un par de segundos con una lucha interna que Jacky llevaba todas las de perder.
—¿Cómo estás tan segura?—preguntó achicando los ojos.
—Porque es hombre. Los hombres actúan por orgullo y le estaremos dando justo en eso.
La mirada retadora continuó acompañada de un suspiro profundo por parte de la rubia que se había puesto el vestido más provocador que le había hecho la modista.
—De acuerdo.
No había cosa en el mundo que deseara más que saber que León volvería arrastrándose pidiéndole perdón por todo el daño que le había hecho. Había un hueco en su pecho que no se llenaba con nada, un dolor que llevaba su maldito nombre y no sanaría hasta que pagara por mandarla al campo, por no responder sus cartas, por olvidarla, por tratarla como si no fuera nada, por su maldito afán de buscar un fantasma... y por lo del bebé. Especialmente por el bebé.
Hinchó el pecho, puso la mano en la puerta del carruaje y la abrió. Afuera el viento fresco le acarició el rostro con deleite. Era la primera vez en días que mantendría un paseo sin necesidad de cuidados especiales. El cuerpo físico ya no le dolía, pero el alma era un asunto del que no sanaba todavía.
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La condena del diablo
Historical FictionUna esposa virgen. Un marido ausente. Una pasión apagada que está a punto de arder. 5to libro de la saga "la debilidad de un caballero" No es necesario leer los libros anteriores para entender este✨ CONTENIDO +18