Capítulo 20

1.5K 173 38
                                    

Era jueves. Temprano le dió su manuscrito a un sirviente y lo mandó a la imprenta para dejarlo en su nombre. No le faltaban muchos capítulos para terminar la novela y eso la tenia un poco ansiosa porque no se sentia preparada para darle un final a sus personajes.

¿Cómo podía dejar a dos amantes juntos?, ¿Qué sucedería con ese amor?, ¿desaparecería y ya?, ¿lo convertiría en herida?, ¿pueden un guardia y una dama vivir felices para siempre a espaldas de un mal marido?, ¿el esposo era en verdad un mal hombre?

—¿Te enteraste de lo que sucedió? —La voz de Vanessa la sacó de sus pensamientos.

Jackeline giró la cabeza y la halló con su pose de señora cotillera. Sonrió dándole una probada al helado. Estaban sentadas en una mesita del parque, mirando a sus sobrinos jugar a unos metros, comiendo el frío postre como habían quedado la noche anterior.

—No, ¿qué sucedió?

Vanny se acercó a ella y susurró como si temiera lo que iba a salir de su boca.

—Secuestraron a la prometida del rey.

Jackeline se quedó con la boca abierta y el helado se balanceó en su mano, casi cayendo al suelo.

—¿Qué?, pero si la vimos anoche.

—Nadie sabe cómo pasó. Dicen que se la llevaron después de la fiesta—dijo encogiéndose de hombros—. En la mañana unos guardias del rey pasaron a mi casa a buscarla. Están revisando todas las propiedades, quizás ahora estén en la tuya. Supongo que es por rutina, porque todos creen que el rey del ejército enemigo mandó a secuestrarla.

—¡Eso es horrible!

Vanny asintió.

—Pobre muchacha, dicen que el rey de Kinston es una bestia. ¿Te imaginas el infierno que ha de estar pasando?

¿Convivir con una bestia?

—Algo sé de eso—Bajó el rostro apenada—, no es fácil estar con León.

Su hermana frunció el ceño y le tomó la mano.

—¿Te ha hecho daño?—cuestionó con incredulidad.

—No, nada de eso. Solo que...—intentó tragarse el nudo que tenía en la garganta—. Quiero una familia, Vanny. Y él no me la va a dar.

Una lágrima silenciosa navegó por su mejilla y la castaña la limpió antes de que le llegara a la boca.

—¿Por qué dices eso, cariño?

—Él me lo dijo. No quiere ser mi amigo ni mi esposo, solo me ocupa para darle un heredero, y cuando lo tenga volveré al campo.

El comentario le llegó a Vanessa como una estaca que se le enterró en el corazón.

—¿A caso es imbecil?, ¿cómo se le ocurrió decirte eso?

Jacky volteó a ver a sus sobrinos. George perseguía a Anna con una espada de madera. La niña apenas estaba aprendiendo a correr y en un descuido se tropezó con sus propios pies, pero su hermano le tomó la mano y la volvió a levantar, después le dio un beso en la mejilla y siguieron jugando como si nada hubiera pasado. Vanessa los estaba educando bien.

—Jamás podré ser feliz con él. Quizás vuelva al campo con un bebé, pero no creo soportar ese sentimiento de soledad una vez más.

La condena del diablo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora