El sol iluminaba las escaleras del recibidor mientras León bajaba al encuentro con Julieta. Ella estaba de pie frente a la puerta, con unas cuantas cartas en sus manos y el rostro serio.
—¿Llegó?—preguntó acelerando el paso para estar frente a ella.
—Llegó, señor.
León tomó las cartas. Era una de su abogado, otra de su primo Hunter y una del investigador privado que llevaba varios años trabajando para él.
—Estaré en mi despacho—anunció dando media vuelta para subir las escaleras de nuevo.
—¿No desayunará, señor? La duquesa lo espera en el comedor.
—Tomaré el desayuno en mi despacho.
La respuesta sonó un poco lejana pues los pasos del señor ya estaban llegando a la puerta de la salita donde pensaba quedarse el resto del día.
Abrió, cerró de un portazo y se sentó tras su escritorio con las ansias comiéndole los dedos de las manos.
Tomó la carta del investigador y abrió el sobre con desesperación.
Estimado duque de Rugland,
Creo firmemente que ahora sí la he encontrado, señor. Sé que he dicho esto en ocasiones anteriores, pero ahora sí veo esperanzas. Le dejo aquí la información que he recabado:
La señorita Elizabeth Craig, ahora Lady Elizabeth Weathly, esposa de Daniel Weathly, un duque de españa, atualmente tiene veintidós años, y vivió en Londres su niñez.
Viene de una familia de padres humildes, que trabajaban en casas nobles, hasta que Julián Craig, el hermano mayor de la señora, se convirtió en un comerciante muy poderoso conocido por todos cómo un pirata de alto rango, y se la llevó a bordo del barco cuando tenía apenas unos siete años.
Volvió a Londres a los diecisiete, donde poco después fue cortejada por el duque y ahora esperan la llegada de su segundo bebé. Tras su matrimonio se fue a vivir a España con su marido y ahora han vuelto a para ver el inicio de la temporada.
Si usted gusta, señor, le puedo programar una comida con los duques para que hable con la señora.
Espero su respuesta.
Justin F.
Soltó el papel y clavó la vista en el frente.
La había encontrado.
No quería que las esperanzas lo dominaran pero creía firmemente que era ella. Los datos coincidían y después de tantos años buscando, y tantas chicas incorrectas, sentía muy dentro suyo que todo iba a terminar cuando la tuviera enfrente.
Cuando León era un niño su padre lo había educado con mano firme para convertirlo en un noble poderoso. Lo educó sin piedad, y sin detenerse a pensar si era muy corta su edad. Los castigos del duque eran excesivos. Muchas veces lo mandó a su habitación sin comer y con heridas profundas en sus manos, espalda, piernas... cualquier lugar que estuviera a su alcance en los momentos de rabia.
Y todo aumentó cuando su madre se fue. No la culpaba, ella también obtenía esa clase de trato.
Tras su abandono Julieta se había hecho cargo de él, y también una duendesilla que se escapaba por la cocina, robaba las llaves de su alcoba y le llevaba comida a escondidas:
Elizabeth, hija de unos sirvientes de la mansión.
Él era uno poco mayor, pero siempre fue su mejor amiga.
ESTÁS LEYENDO
La condena del diablo
Ficción históricaUna esposa virgen. Un marido ausente. Una pasión apagada que está a punto de arder. 5to libro de la saga "la debilidad de un caballero" No es necesario leer los libros anteriores para entender este✨ CONTENIDO +18