Un par de semanas después de eso una invitación llegó a las puertas de los hogares más respetados de Londres. Era una carta finamente doblada, perfumada y cerrada con el sello real, invitando a los nobles a la boda de su majestad el rey, con lady Akira Dankworth, la hermana de su ex prometida. El escándalo llegó antes de que todos abrieran las invitaciones, y claro que acudirían, nadie podría perderse la boda de la temporada. Que digo de la temporada, ¡del siglo!
—Dicen que ni siquiera buscó bien a Alicia. Lo que dicta el protocolo y ya—le contó Madeline a Vanessa mientras buscaban telas para el vestido que se pondrían.
Jackeline las escuchaba por detrás, sonriendo por su incesante amor por el cotilleo.
—La pobre debe estar en el reino enemigo con ese malnacido. Dicen que mandará a sus tropas a rodear nuestra ciudad. Todos están aterrados.
—Tranquila, mi marido me dijo que a los nobles no nos lastimarán. El rey de Inglaterra nos tiene bajo su cuidado.
¿Y que había de los pobres?
Las tres se quedaron pensando en eso pero ninguna dijo nada.
Seguro sería una carnicería y solo quedaba pedirle misericordia a Dios.
La modista estaba atacada de vestidos para hacer antes del fin de semana que se festejaría la boda del rey, así que Jackeline decidió usar uno de los modelos nuevos que le habían mandado hace poco. Eran tantos que no cabían en el armario de su habitación en la casa de Vanessa. Pero no se quejaba, eran bellísimos y hace mucho tiempo que no llevaba puesto algo así.
Su hermana insistió para que se pusiera el vestido amarillo, ese que asemejaba al tono del maiz, y combinaba bellamente con su cabello rubio. Parecía un ángel, uno muy reluciente con las joyas brillosas que le colgaban del cuello.
En cuanto a Violetta, bueno había traído tantos vestidos de Italia que no era algo de lo que tuviera carencias. Y ese par de semanas que habían pasado juntas, les había servido en gran medida para platicar, conocerse y contarse sus vidas, porque había gran diferencia entre la verdad y lo que se cotilleaba en los salones de té.
Llegado el día del gran evento lo que más llamaba la atención era el cielo.
La noche era estrellada pero la luna había desaparecido. Muchos decían que casarse en una noche sin luna era un mal augurio y una manera cruel de llevar mala suerte al matrimonio.
No parecía una buena noche para contraer nupcias y todos hablaban de eso el día de la unión de los nuevos reyes de Inglaterra.
El palacio estaba rodeado por el ejército del rey. Podía apostar que todos los guardias tenían armadura hasta en los dientes. Ella había cuestionado la seguridad de ir a un evento así siendo que la guerra estaba por estallar, pero su cuñado la consoló diciéndole que para eso aún faltaba tiempo, y si se llegaba a adelantar, bien podían irse todos a Italia con su familia.
Ella no le respondió nada después de eso, solo se limitó a sonreír e intentó no pensar que sería imposible irse a otro lugar dejando a su marido en Londres.
Un marido que seguía teniendo solo el titulo, porque de nuevo en esas tres semanas que llevaba en la casa de su hermana, no había ido a preguntarle cómo estaba. Ni a buscarle, después de sus intentos de causarle celos.
Ese pensamiento hizo que el nombre de Julian llegara a su cabeza como una leve brisa. Suspiró. Le caía bien. Aveces hablaba demasiado y sonreía como si no tuviera problema alguno, pero era relativamente simpático y el par de veces que habían salido a dar paseos lo consideraba un tiempo bien invertido.
El salón de la recepción era enorme. Jamás había visitado el palacio pero juraba que superaba todas sus fantasías sobre él. El techo era tan alto que no lograba divisar bien las pinturas que lo adornaban. Colgaban cientos de candelabros y velas, las paredes estaban forradas de cortinas blancas y había muchísimos jarrones con rosas rojas. Al centro se ubicaba una pista de baile donde el rey yacía de pie tomando de la mano a su esposa. Las facciones de él eran frías, intentando hacerse pasar por gentiles, mientras el rostro de ella se veía neutro. No relucía como la primera vez que la miró junto a sus hermanas y dedujo que sería por lo difícil de pensar que una de ellas estaba secuestrada, y ahora por obligación ocupaba sus zapatos.
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La condena del diablo
Ficción históricaUna esposa virgen. Un marido ausente. Una pasión apagada que está a punto de arder. 5to libro de la saga "la debilidad de un caballero" No es necesario leer los libros anteriores para entender este✨ CONTENIDO +18