Capítulo 13

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Emil

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Emil

Mi momento ha llegado.

El maldito de Joan me tocó y ahora puedo romperle la cara como tanto he deseado. Y es lo que hago, le doy un puñetazo con todas mis fuerzas que lo hace retroceder.

En segundos se recupera y se abalanza sobre mí como si fuese un salvaje. Los gritos de Leah no evitan que nos golpeemos con saña. Entre maldiciones e improperios, forcejeo con él hasta que logro dominarlo en el piso.

Aprovecho esto para molerlo a golpes, pero bajo la guardia porque empiezo a tener dificultades para respirar.

¡Maldita enfermedad!

Unos hombres, que no sé de dónde salieron, nos separan. No pongo resistencia, el aturdimiento me ha dejado fuera de combate. Escucho los gritos de Leah por encima de la voz del hijo de puta de Joan, aunque no puedo distinguir qué dicen.

Estoy desorientado, el mareo provoca que me caiga y percibo que todo da vueltas. Cierro los ojos al tiempo que me llevo las manos al pecho. No puedo respirar, los murmullos desaparecen y dejo de sentir.

—Emil, despierta.

La dulce voz de Leah se escucha clara y alta. Obedezco, siendo su hermoso rostro lo primero que veo.

—¿Dónde estoy? —pregunto con voz ronca.

La suavidad del colchón y el rico olor que emana de la almohada me dan una idea, pero quizás solo estoy soñando.

—Te pusiste muy mal y te traje a mi casa —dice tímida.

Recorro la vista a mi alrededor, al parecer estoy en una habitación de huéspedes porque solo hay una cama y un armario.

—¿Cómo te sientes? Estaba muy preocupada por ti.

Sus palabras hacen que pose la vista sobre ella. Sus ojos están cristalinos y sus mejillas rojas como si hubiese llorado.

—Estoy bien, Leah.

—No parecía —refuta de inmediato—. Dime algo, ¿estás llevando el tratamiento?

Asiento a sus palabras al tiempo que me incorporo para levantarme.

—Tengo que ir a trabajar, muchas gracias por haberme traído.

Me percato de que estoy descalzo cuando pongo los pies sobre una mullida alfombra. Aún me siento un poco aturdido.

—No creo que debas ir ya.

La veo moverse hacia el armario y saca mis botas, después las pone delante de mí.

—Me podrían cobrar el día.

—Tienes una buena excusa —propone con voz suave—. Toma esto.

Me pasa un té que huele bien. Bajo su atenta mirada, agarro la taza y empiezo a soplar antes de darle el primer sorbo.

Eres tú 2 © [Saga Tú: Libro 4] (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora