Capítulo 36

1.7K 204 98
                                    

Emil

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Emil

Siempre creí que estaba jodido de una manera irreparable, el daño que había en mi interior era demasiado grave como para imaginar que iba a encontrar la felicidad. Es más, ni siquiera la buscaba, solo vivía un día a la vez sin sopesar las consecuencias de mis actos.

La baja autoestima y falta de amor propio se encargaron de convencerme de que no merecía nada bueno. Por eso, no me ilusionaba y provocaba situaciones lamentables.

Yo me encargué de destruirme y eché a la basura muchos años de mi vida.

Hasta que coincidí con Leah.

Pero no fue el simple hecho de enamorarme, sino que después de conocer el amor verdadero acepté todo lo malo que había en mí. Tuve que sufrir y deteriorarse la salud para darme cuenta de que debía tomar decisiones contundentes.

Poco a poco lo he logrado, a pesar de que a veces deseo mandar todo al demonio. Rendirme no es una opción, y tener a mi hijo en brazos me lo reafirma.

No puedo dejar de mirarlo ni entiendo cómo fui partícipe en crear alguien tan perfecto. 

Estoy sentado en el sofá de la habitación del hospital con Elliot en manos. Está usando el abriguito que escogí cuando pasó el fatídico accidente, el mismo que me ayudó a salir del coma.

Es indescriptible lo que siento por mi bebé, es un amor como nunca antes había experimentado, y estoy seguro de que sería capaz de cualquier cosa por él.

—Quiero cargarlo —se queja Gala, quien ha entrado de nuevo al cuarto.

Levanto la cabeza y me encuentro con la mirada de mi hermano. La desvío porque la amargura que refleja es abrumadora.

Leah duerme como un ángel, después de que le dio el pecho a nuestro hijo y habló por un rato con su amiga. En la habitación hay globos y todo tipo de regalos que le trajeron ellos y mis amigos.

—En un rato —respondo, llevando los ojos de nuevo hacia mi bebé.

Percibo que se sienta a mi lado y me doy cuenta de la tensión que hay entre ella y León. De hecho, ha sido así desde que hicieron acto de presencia más temprano.

—Emil, me gustaría que Leah se quedara en mi casa los primeros días.

Suspiro ante sus palabras.

—No sé si ella acepte.

—Dile que estás de acuerdo, Leah es primeriza y necesita mucha ayuda. Además...

—Sí, sé que ahí estará más cómoda que en la pieza donde vivimos.

—No lo tomes a mal.

Le doy un beso a mi bebé y se lo paso, después me levanto del sofá.

—Estoy de acuerdo, tranquila. —Poso la mirada sobre León, quien sigue como una estatua—. ¿Qué te sucede?

Niega y me hace señas para que lo acompañe mientras camina hacia la salida.

Eres tú 2 © [Saga Tú: Libro 4] (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora