Capítulo 22

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— Ace! Sabo!

— Luffy!

Después de unos días, por fin sus hermanos volvieron al castillo.
Los dos Alfas estaban muy felices y tranquilos al ver qué su hermano menor estuviera tan bien.
Law estaba detrás suyo, con sus brazos en su espalda y con una pequeña sonrisa en su rostro.

— Príncipe, es un placer verlo. Muchas gracias por cuidar bien a nuestro hermanito.

— Me alegra que hayan llegado bien... Y no hay nada qué agradecer; es mi deber mantenerlo a salvo.

Luego de que todos se saludaran, Law los invitó a que entraran al castillo.
Mientras los guardias que llegaron junto a ellos, llevaron sus caballos al establo.
En el camino Luffy les contó su experiencia en la ciudad y Law como lo hizo preocupar. Los dos mayores negaron con sus cabezas; ese tipo de cosas eran muy comunes en el menor.

— Ay Luffy, Luffy... No le des problemas a tu Alfa, idiota. Ya está lo suficientemente ocupado como para cuidarte; no eres un niño.

Lo regaño Sabo, soltando luego una pequeña risita divertida.
De esa forma el grupo de jóvenes acabó en el comedor, para desayunar algo. Los habían esperado temprano por la mañana.

— Y cómo está el abuelo? Van a vender la granja?

— El está muy bien. Recuerdas a Coby? El chico de cabello rosa... Bueno él comenzó a ayudarlo con la cosecha junto a un amigo suyo llamado Helmeppo.

El menor se sorprendió al escuchar aquello, pues no era una persona que acepte ayuda tan fácilmente. Aunque también lo hacía sentirse tranquilo, ya estaba bastante mayor para trabajar completamente solo.

— Prácticamente nos echó para aquí... Así que vamos a vivir en la ciudad.

— Oh, eso es genial. Si necesitan ayuda para encontrar una casa, con gusto los ayudaré.

Respondió el Príncipe sentado en su silla, de piernas cruzadas y tomando un sorbo de té verde.

— Se lo agradeceríamos mucho, Príncipe... Aunque no tenemos dinero suficiente. Pero prometemos trabajar para pagarle.

— Luego arreglaremos eso, no se preocupen... Luffy, amor. Quieres vivir con ellos?

El nombrado lo miró a sus ojos para quedarse callado por un momento.
No estaba seguro de qué quería; no quería alejarse de su Alfa pero tampoco de sus hermanos.
Debía tomar una decisión.

— Creo que... Viviré con ellos por un tiempo... Al menos hasta que nos casemos.

— Bien, que así sea entonces.

El Príncipe mandó carruajes hacia el hogar de su Omega, para que trajeran todas sus cosas y las de sus hermanos que no pudieron traer en su momento.
Tardaron unas horas hasta que trajeron todo; mientras el Príncipe ordenó que buscaran una cómoda casa para los tres.

— Será una vida completamente nueva y distinta para nosotros.

— Si, viviremos y trabajaremos en la ciudad. Además estaremos solos.

Fue un largo día de mudanza y preparar cosas. Pero sólo por ese día los tres hermanos se quedaron en el castillo. Al día siguiente, temprano por la mañana, ya se mudarian.

(...)

— Ten mucho cuidado. No le digas a nadie que eres mi Omega, no lo olvides, por favor... Puedes venir a verme cuando quieras, pero no vengas por el portón principal. Sino llamaras la atención de la gente.

El Príncipe de ojos grises | LawluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora