capítulo cinco

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TAILANDIA | Plex

EL RELOJ DE MI MÓVIL marcaba las cuatro de la mañana, y no podía dormir.

Me habían dicho que existían unos bichos llamados escalopendras que podían matarte por la noche, y aunque nunca me había considerado asustadizo (al contrario que paconi, que solo le faltó ponerse a llorar cuando llegó la hora de dormir y estaba todo oscuro) hoy no podía dormir, y pensé que tal vez podría hablar con alguno de mis amigos, por la diferencia de horario y todo.

¿Qué sucedía?

Que se me había muerto el móvil, así que no tenía nada con que entretenerme.

Pensé en ir a buscar a Mateo, el chaval me había caído bien y se parecía mucho a mi, curiosamente. Habíamos hecho un stream juntos hacía unas horas pero seguramente a las cuatro de la mañana estaría durmiendo a pata ancha, así que pensé en Maya, tal vez ella estaría despierta, pero supuse que no sería así y tampoco quise molestarla.

Al final me quedé solo y aburrido, y encima me entraron ganas de mear, y aunque quise ignorarlo, cada vez era más persistente y no tenía otra opción que salir a la intemperie a hacer mis necesidades...

—Dios, por favor, se que no he sido un buen cristiano, pero apiádate de mi alma y protégeme.— susurré antes de salir.

Nunca me consideré muy católico pero en aquel momento cualquier protección me servía.

Salí del cuarto y miré a mis alrededores.

Tenía entendido que había un leopardo que vigilaba el santuario de noche y no quería encontrármelo, la verdad. Encontré el baño sano y salvó y encendí la luz, y antes de ponerme a mear me aseguré de que no hubiera ningún bicho acechando que pudiera picarme y mandarme al otro barrio.

Estaba apunto de acabar cuando oí la puerta abrirse detrás de mi, y cuando me giré un poco me topé con una chica adormilada, mirándome confusa y abriendo los ojos como platos cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

—Ostia, perdona perdona.— cerró un poco la puerta.

—Luego te quejas de tu hermano.— me reí, causando que la volviera a abrir.

Ayer la veía y me trababa al hablar y hoy casi me ve la tula y me la pela, ¿pero y estos cambios de humor?

—¿Que iba a saber yo que estarías meando a las cuatro de la mañana?— me preguntó.

—Tan raro no es. ¿No es lo que vas a hacer tú ahora?

Se dio vuelta la tortilla.

Maya rodó los ojos y volví a girarme, colocándome bien los pantalones. Tiré de la cadena y me lavé las manos.

—¿Ya?— me preguntó desde fuera.

—Ya.— respondí yo.

Abrí la puerta, encontrándomela delante de mi.

Para verla tuve que bajar la mirada, pues o ella era muy bajita o yo era un gigante, aunque a decir verdad creo que un poco las dos... enfoqué a Maya con la linterna del móvil para vernos en la oscuridad de la noche, y enseguida apretó los ojos, molesta por la luz. Me hizo gracia su expresión, como forzaba los ojos, como arronsaba la nariz o como encogía sus labios por la luz.

TAILANDIA, YOSOYPLEX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora