¿Promiscuo?

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¿Promiscuo?

Después de aventar mi celular al suelo, y respirar profundo, decido abrir la puerta, y salir un poco para respirar aire fresco.

Necesito algo que me refresque y que me calme para no terminar llorando como una magdalena, pero de rabia.

Me alejo algunos pasos de mi casa, estoy a punto de caminar hacia la acera, cuando lo veo allí, agachado en el suelo, aparentemente, asechándome.

Se levanta rápidamente y pone su mano sobre mi boca, impidiendo que hable.

—Solo escúchame, por favor —me pide, pero solo le dedico una mirada helada.

—Suéltame —le pido, ya que está sujetando mi cintura de manera muy fuerte.

—No te puedo soltar, yo no te puedo perder Isabel, no después de todo este tiempo —y sí, después de terminar la mirada de decir sus palabras baratas, me dedica esa mirada, esa tan ridícula que se supone que es de arrepentimiento.

—Suéltame —pido nuevamente, como puedo, ya que me está tapando la boca—. Ya ha pasado una semana, supéralo —pongo los ojos en blanco.

—Guao, ¡Cuánto tiempo! —finge estar sorprendido—. Se supone que ya debí olvidarte en todo este tiempo, ¿Verdad? —pregunta de manera sarcástica antes de quitar su mano de mi boca, y agarrar mi cintura con sus dos manos.

Quito su sucia mano de mi boca.

—Pues sí, porque según recuerdo, pudiste olvidarte de mí muchas veces, pudiste olvidarte de mí cada vez que te acostabas con mi mamá, pudiste olvidarte de mí y de lo que sentí cada vez que me engañabas, pudiste —me interrumpe.

—¡Perdón! —grita frustrado—. Yo solo sé que lo nuestro vale la pena, solo necesito una oportunidad, solo debemos intentarlo desde cero.

—¿Vale la pena? —suelto una risa agria—. Para ti es fácil iniciar desde cero con una persona que ha hecho todo por ti, pero para mí no es fácil iniciar desde cero con una persona que solo me ha causado dolor y me ha hecho daño.

—Por favor, yo sé que saldremos adelante —lo interrumpo.

—Creo que te conté la historia que viví antes de estar contigo, de hecho, creo que la conoces muy bien, tú estuviste ahí, y me consolaste y me dijiste: "No perdones a quien te traicione, porque traicionar es un círculo vicioso".

—Sé lo que dije, pero esta vez es diferente —empieza a decir, pero lo interrumpo.

—¿Diferente? Quizás en el detalle de que... ¡Me engañaste con mi mamá! —exclamo enojada.

—Lo sé, pero yo no lo quise hacer, solo necesito una segunda oportunidad.

¿No lo quiso hacer? ¡Eso es ridículo!.

—Las segundas oportunidades no existen cuando arruinaste tanto a la primera —trato de soltarme de su agarre, pero no cede.

—Por favor. Yo te amo —se aferra a mi cuerpo, pero no responde su abrazo.

—Si me amaras, no te hubieras acostado con mi mamá —es lo último que digo antes de darle una patada en su parte sensible, y voltearme para caminar hacia mi casa, pero esta vez me sujeta el brazo.

—No sabes lo que realmente pasa, Isa, pero cuando lo sepas, solo espero que me perdones para que las constelaciones vean como también nos unimos —suelto una risa al escuchar sus palabras.

—Te diré lo mismo que a él: Olvídate de mí, Max, no me extrañes, y no te arrepientas nunca de haberme perdido. Aprende, cambia, y no me busques jamás en tu vida —aparto mi mirada de él, me suelto de su agarre, y camino hacia mi casa, mientras ignoro sus gritos pidiéndome perdón.

Al acercarme totalmente, me percato de que aquel tipo tan agradable que me tope en el bar, estaba sentado en el suelo, frente a la puerta de mi casa.

Como lo recuerdo, con una sonrisa cálida, y un traje impecable. Se levanta y camina hacia mí—. Hola, señorita —me extiende su mano, que estrecho con mucho gusto.

—Hola, We... Wes... Wil... —trato de recordar su nombre, pero no lo logro.

—Wesley —responde con un tono de voz alegre.

—Wesley —replico—. ¿Cómo está? ¿Qué se le ofrece de esta dama? —Dama que estaba gritando enojada hace un momento.

—El señor Spencer desea hablar con usted. Si pudiera acompañarme... Sería grandioso.

—No sé de quién me habla —exclamo rápidamente.

Ja, como si quisiera saber de alguien que se apellide Spencer.

—¿Recuerda aquel hombre del bar que...? —deja la frase a mitad y carraspea con una mirada discreta.

Mis mejillas se tornaron rojas. ¿Para qué quiere verme aquel hombre con los ojos tan parecidos a los de mi primera decepción?.

—Lo recuerdo, pero créame que no tengo nada que hablar con él —respondo.

—Lo sé, pero... Él sí tiene algo que hablar con usted y —lo interrumpo.

—No iré —exclamo rápidamente con un tono firme.

—Por favor... no me quiero quedar sin trabajo... —pide tiernamente.

Me quedo pensando algunos segundos.

Si escojo la decisión de no ir, ¿Tal vez esté dejando una posible generación en la pobreza total?.

—Por favor... —pide nuevamente.

***

—Se suponía que solo sería una noche —no puedo evitar decir al entrar a su oficina.

—Necesito que lo volvamos a hacer —murmulla con un tono serio.

Y no puedo evitar preguntar: ¿Tengo a un hombre necesitado frente a mí, o a un promiscuo que le ha gustado como le doy sexo?, por la manera en que terminaron las cosas entre nosotros, me inclino más por la segunda opción.

—¿Todo se basa en sexo para ti? —le pregunto, mientras me siento en la silla que está frente a su escritorio.

—Depende —responde con un tono seductor—. Entre nosotros, si aceptas... Sí —confiesa sin timidez—. Pero eso no significa que te trataré mal, para nada, yo soy un hombre, y el serlo, no me lo permite.

<<—No trato mal a las mujeres, soy un hombre, Bel —exclama con una sonrisa, mientras trata de quitar las espinas de la rosa, antes de dármela.>>

—¿Qué quieres? —exclamo esfumando a aquel recuerdo de mi cabeza.

—Quiero un lazo entre nosotros —se levanta y camina hacia mí.

—¿Un lazo? —pregunto confundida.

Acerca su rostro al mío, logrando que haya una distancia mínima entre nosotros—. Algo que me asegure que siempre te tendré en mi cama —responde, mientras me dedica esa mirada, esa mirada de maldad...

Embarazada de un mafioso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora