--Los bebés merecen morir, ¿Para qué quieres tener a alguien dependiendo de ti siempre... llorando, gritando, haciendo caprichos...? -pregunta como si le estuviese hablando de una locura-. No vamos a tener hijos --sentencia con firmeza.
--¿Y qué si...
Siento sus besos acariciar mi cara, un beso lento me saca de mi ensoñación, lo sigo con el mismo ritmo, pero sus labios se alejan cada vez más de los míos, y sin darme cuenta, ya estoy sentada en la cama, estrujando mis ojos con pereza.
Suelta una risa—. Te hice un desayuno, Rosbel —me avisa con un tono cariñoso.
—Muchas gracias —bostezo—. ¿Qué hora es?.
—Son las nueve --al escuchar su respuesta, rápidamente me levanto de la cama.
—Es tarde, se me fue casi todo el día durmiendo --entro al baño, y rápidamente empiezo a lavar mis dientes.
--Mmm... —peina mi cabello—. Podemos dar una vuelta cuando termine de desayunar.
Escupo—. ¿En serio? —asiente con una sonrisa.
—Pero... primero debes desayunar, porque me esmeré haciendo ese desayuno para la mujer que me hace más feliz en el mundo --caminamos junto hacia la mesa.
Un desayuno de pan con miel y frutas con nata como decoración, acompañado de waffles, y galletitas de avena, es hermoso y, sobre todo, se ve y huele delicioso.
—Hasta se parece al del hotel —exclamo con sorpresa.
—Emmm... Pero lo hice yo —aclara rápidamente.
***
Las paredes son coloridas, los barrios son lindos, hay muchas discotecas, cerámicas e ilustraciones decorando las paredes.
Hay mucho arte por todos lados.
Sin dudas, Rio de Janeiro es hermoso, creo que todo Brasil lo es.
—¿Te gustaría vivir aquí cuando nos casemos? —me pregunta dulcemente.
—Es lindo, pero también me da miedo —confieso.
—¿Miedo a qué? --pregunta confundido.
Como un poco de mi helado—. La criminalidad, la droga, el narcotráfico...
—Vas a ser mi esposa, no te va a pasar nada --asegura con un tono relajado.
—Ethan, eres empresario, no un criminal, tendrías que ser uno de ellos para que no nos tocaran, y creo que ni así, nos salvaríamos, solo lo más respetados de ese mundo --me abraza.
Suelta un suspiro—. No te pasará nada —asegura nuevamente.
Nos quedamos algunos minutos callados, sintiendo el aire fresco de las calles, mientras el sol nos golpea ligeramente.
