𝐓𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐭𝐫𝐞𝐬

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CAPÍTULO TREINTA Y TRES

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CAPÍTULO TREINTA Y TRES

LA CAFETERÍA

ISABEL HARRISON

—Su demencia también fue mi demencia —expresa con un tono de voz apagado, mientras mira a la nada.

—Tina... —me acerco a acariciar su cabello para consolarla, pero está tan ida, que no creo que sienta mis caricias...

Suelta una risa irónica—. Las víctimas no son tan víctimas si les gustan ser las víctimas.

Sé a lo que se refiere con esas palabras... Y me duele que se sienta de esa manera.

—Claro que no, no digas eso... Sí, es cierto, tú lo amabas, pero él te golpeaba, te aseguro que lo que amabas de él, no eran sus golpes —trato de entrarla en razón.

—Pero ¿qué importa...? Siempre me quedó con él... A pesar de sus facetas que me golpeaban con crueldad... Literalmente —decora el pastel con unas pequeñas cerezas.

Ambas nos quedamos en silencio, y yo no hago nada más que tratar que el ambiente no se vuelva pesado, evitándolo con la excusa de entrar el pastel a la nevera.

Pero cuando me volteo, veo una pequeña lágrima resbalar por su mejilla, lágrima que seca rápidamente.

—Lo siento mucho... Aunque no quería que siguieras muriendo cada día al lado de él, siento mucho que sin él, también estés muriendo silenciosamente... Ya ni siquiera sé qué es lo mejor para ti, si desapegarte es tan doloroso. .. —me acerco a ella y tomo sus manos entre las mías—. Puede ser difícil, pero... Estoy seguro de que lo vas a lograr.

Suelta una risa—. No tienes que disculparte, todo se acabó cuando él se fue... Ahora no tengo idea de dónde está y se supone que no me debe importar.

—¿Se supone...? —se queda callada ante mi pregunta, y simplemente arregla un poco su aspecto para despedirse de mí con un beso.

—Volveré cuando Michael llegue de la escuela —me avisa—. ¡Te amo! —son las últimas palabras que escucho lejanamente.

-¡Yo también!.

Ahora tengo que volver a la realidad...

Me quito el delantal y salgo de mi cocina—. ¿Señora, se va? —me pregunta Leticia desde las escaleras.

—Sí, Leti... Si Ethan o Michael regresan y yo no estoy aquí, diles que fui a la cafetería Aime le café —esta asiente ante mi pedido—. Adiós —me despido con una sonrisa que esta devuelve antes de que salga de la mansión.

Embarazada de un mafioso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora