La pelea

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La pelea.

Capítulo nueve.

Isabel Harrison.

Lo miro sorprendida ante sus palabras, y no puedo evitar tragar con pesadez.

¿Acaso él sería capaz de hacer algo así? ¿O solo lo está diciendo porque está situación lo enoja?.

—Estás loco? —le murmuro a Max—. Permiso, ¿Me pueden dar un segundo con él, a solas?.

Ethan suelta una risa—. Claro que no —sentencia con un tono frío, mientras escanea a Max con una mirada fría.

—Por favor, Ethan, necesito hablar con él —ya no soporto más las acciones de Max, es como si fuese mi sombra, no he tenido ningún descanso de su parte.

Él prefirió perderme y perseguirme, que valorarme en el momento para seguir conmigo.

—¿Quién es él para ti? —me pregunta de manera directa, con un tono acusador.

Max suelta una risa sin gracia—. ¿Y tú? ¿Tengo que recordarte quién eres tú para ella? —pregunta con un tono irónico.

Ethan trata de acercarse a él, pero por su lenguaje físico, me percato de lo que quiere hacer, y por suerte lo detengo a tiempo.

—Y-Yo llamaré a los chicos de seguridad —avisa Rocío con un tono nervioso.

Asiento ante su idea, y ella empieza a ejecutarla, mientras yo trato que Max y Ethan no discutan.

—¿Pueden comportarse como adultos educados y civilizados? —pregunto con un tono serio—. Porque en este momento se están comportando como si fuesen enemigos de toda la vida —exclamo enojada.

—Lo somos —responde Max. ¿A qué demonios se refiere?—. Porque él no acepta cuando la mujer que ama, tiene a alguien más, alguien que sí la valora y no la utiliza —y aquellas palabras confusas para mí, son las que desatan la furia de Ethan y lleva a su violencia al nivel máximo.

—Repite lo que dijiste, repítelo —le pide, mientras atenta su cabeza una y otra vez contra el suelo—. ¡¿Acaso no te das cuenta de lo que está sucediendo ahora?! —no reconozco a este Ethan que está encima de Max como un tigre contra su presa.

—¡Por favor, Ethan, cálmate! —trato de separarlos, pero me es en vano—.¿Cuándo llegarán? —les pregunto a Rocío, refiriéndome a los chicos de seguridad.

—No lo sé, se supone que ya deberían estar aquí —responde nerviosa, mientras me ayuda a tratar de separarlos.

Max se ríe, a pesar de que, Ethan está encima de él, dándole puñetazos sin parar—. Sabes que solo basta que abra la boca para que todo se destruya.

—Eres un... —otro puñetazo más, ¿Lo peor? Lo peor es que Ethan también golpea su cabeza contra el suelo.

Es como si estuviese descargando una furia de toda la vida, con Max.

—Ethan, para, lo vas a matar —le pido, pero me ignora.

Por un momento creo que todo va a parar, cuando Ethan levanta a Max, pero mis esperanzas se van rápidamente, cuando sosteniendo a Max de su camiseta, dice las siguientes palabras:—. ¿Ella es tuya? —suelta una risa sin gracia—. Mátame para que eso sea cierto. Mira, te estoy dando la oportunidad.

Solo basta que Ethan lo empuje con brusquedad y rabia para que Max caiga nuevamente al suelo, sin siquiera poder sostenerse con sus propias piernas.

Después de tantos puñetazos, su cara está ensangrentada, ni siquiera ha tenido la oportunidad de defenderse, solo ha podido dar algunos puñetazos que aparentemente no han afectado para nada a Ethan, pero que, sin dudas, han hecho que su rabia crezca.

Y yo, yo solo los miro desesperada, sin saber qué hacer, sin saber qué está pasando realmente detrás de esa pelea.

—Por favor, ya suéltalo —mis palabras son ignoradas una y otra vez.

Son como dos bestias salvajes, una sin fuerza que no se cansa de que lo golpeen, y otro que parece no cansarse de golpear una y otra vez a su oponente.

—Sigue acosándola si tienes la verga más grande que yo, sigue detrás de ella, y te mato, si te dejo vivo después de esto —y otra vez golpea su cabeza contra el suelo.

Incluso la camisa de Ethan se ha tintado de un color rojo, la sangre de Max esparcida por toda la oficina.

Ni siquiera se mueve, y a estas alturas, ya ni creo que esté vivo.

No puedo evitar empezar a llorar, no solo por Max, si no por lo que esta situación le puede traer a Ethan, a Max, y a mí.

Me dejo caer en el suelo, mientras miro como Rocío empieza a llamar a la policía, y como Ethan sigue golpeando a Max, a pesar de que este ya no se mueve.

Y es cuando se volte a verme, su mirada llena de rabia penetrando a mis ojos llenos de lágrimas. Y por un segundo para—. ¿Rosbel? ¿Qué te pasa? ¿Acaso este animal te hizo algo? —pregunta refiriéndose a Max.

—¿Cómo me va a ser daño, si no has parado de golpearlo? —pregunto en medio de llantos.

Se levanta de encima de Max, y camina hacia mí, trata de abrazarme, pero rápidamente lo alejo, un poco asqueara y sobre todo, molesta—. Suéltame.

—Yo... Solo lo golpeé un poquito, él se lo buscó, ¿O qué? ¿Acaso estás enamorada de él? —me pregunta, nuevamente con aquel tono acusador.

—¿Un poquito? —pregunto enojada—. Por Dios, creo que lo mataste, Ethan. Y-Yo nunca creí que tú serías capaz de hacer algo así —me interrumpe con un bufido.

—¿Ahora vuelves a desconfiar de mí porque lo maté?, él se lo merecía —exclama con una ceja arqueada.

—Nadie se merece que le quiten la vida, para eso está Dios.

—Ya la policía viene, pediré que también venga una ambulancia —avisa Rocío.

—Él es igual que los bebés, no merecen vivir, además —es interrumpido por los chicos de seguridad saliendo del ascensor, mientras comen una rebanada de pizza... De pepperoni.

—Disculpen— traga—. Es que la oferta... creo que no las acabamos todas, el Señor Pizza hace las mejores pizzas de —se queda callado al ver a Max tirado en el suelo, lleno de sangre—. Demonios, ese está más jodido que yo.

Yo empiezo a llorar nuevamente, como si no bastara con esta situación, estos jodidos hombres se comieron toda mi pizza, de mi pizzería favorita, la pizza que estaba deseando desde que Ethan me la prometió.

—Bueno, a ver —otro de los chicos de seguridad, se acerca a Max—. Ufff —hace una mueca—. Este... Sí... Como que está muerto. Jefe, de dinero para el ataúd, ¿No? —pide, mientras se acerca a nosotros.

Miro el cuerpo de Max. No puedo creer que haya muerto primero que yo, y tampoco que haya muerto tan joven.

—Te lo daré con mucho gusto, compra el mejor ataúd que haya —empieza a decir Ethan con una sonrisa, pero yo lo interrumpo.

—Ya me están haciendo pensar tonterías con sus tonterías. Estoy nerviosa, no me siento bien, veo todo borroso, ¿Y ustedes bromean con que Max está muerto? ¿Acaso quieren empeorarlo todo? —pregunto enojada—. Y tú, Ethan, borra tu cara de felicidad porque la policía ya viene en camino.

—Rocío, comunícame con Wesley —pide Ethan después de escuchar mis palabras.

Otro de los chicos de seguridad se acerca a Max, y se agacha a su altura—. A ver, ya dejen las bromas, revisaré al cadaver, es decir... A-Al chico —exclama con un tono serio, antes de poner dos de sus dedos en el cuello de Max, y quedarse así por algunos segundos—. No como que sí se murió.

Y esas palabras bastaron para que todo se volviera completamente oscuro.

Embarazada de un mafioso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora