Tadeo
Con cada golpe me reía, el cabrón ni siquiera sabía golpear con sus puños, parecía un niño de tres años haciendo una rabieta, incluso mi hermano Adrián pegaba más fuerte que este viejo cabrón. No me preocupaban sus estúpidas torturas, Mario me encontraría antes de que Wright pudiera poner una bala en mi cabeza, utilizaría al Güero para encontrarme, siempre fue un buen rastreador, la tecnología se le daba bien y Colton Wright había dejado un rastro en las cámaras de seguridad del aeropuerto y de la ciudad para encontrarme.
—Me vas a suplicar por tu vida— me dice.
Me rio.
—Eres un gilipollas— le contesto en inglés— Serás tú quien suplique por su vida.
—No veo cómo, tú estás atado, yo no.
Mi boca se eleva por un lado, me encanta que esté tan confiado, es un imbécil que ha dejado un rastro.
—Señor Wright— lo llama un guardia— Está aquí.
—Hazlo pasar— le ordena sin dejar de mirarme— Vas a conocer a un amigo mío.
—¿Sabe pegar mejor que tú?
El bastardo me pega un puñetazo en la mandíbula, escupo la sangre en su cara.
—He soportado peores golpes— le digo.
Escucho algo rechinar, el sonido es cada vez más audible, se acerca a esta habitación. Miro hacia la puerta.
—¡No puede ser!— me rio.
Wright y el hombre de la silla de rueda me miran confundidos.
—¡Tío Antonio qué alegría verte!— le digo— Cabronazo, sobreviviste a mi broma.
—Estás loco— me dice Wright.
Ignoro al imbécil, mi tío me interesa más.
—Cuéntame, ¿cómo escapaste de la explosión?— le pregunto.
—Nunca cambiarás, pequeño bastardo.
—Ni tan pequeño— le digo— ¿No ves todo lo que he crecido? Ahora cuéntame, me interesa mucho tu historia.
A estas alturas, supongo que mi hermano ya sabe lo que nuestro tío me hizo cuando yo tenía doce años y lo que tuve que hacer para ocultarlo, sabrá que el incidente de la escalera no fue un torpe accidente de mi parte, sino que me lancé para justificar todos mis golpes. Mi hermano querrá tener una agradable charla con nuestro tío, bueno mierda, nunca he matado a nadie dos veces, será todo un placer hacerlo con mi tío.
—La cuerda que me mantenía atado se rompió— dice con voz ronca— Estuve días a la deriva hasta que un barco pesquero me encontró, estuve meses intentando morir, hiciste bien tu trabajo, he de reconocerlo. Con los años mi salud se deterioró, tu obra de arte me causó innumerables infecciones— se señala el hueco del ojo, que ahora está cosido— He estado aguantando, esperando el momento en el que te vieras solo y vulnerable para atraparte, me puse en contacto con Colton y le ofrecí venganza, como puedes ver, aceptó.
—Vaya, ojalá pudiera aplaudirte, es una historia digna de Hollywood, espera, estamos en Los Ángeles, podemos venderla a un director. Ya tengo un título, El tuerto de la silla de ruedas, es precioso— finjo emoción— Perdonadme, mis lagrimas son tan rebeldes cuando me emociono.
—Hijo de puta— gruñe Wright.
Mi tío sonríe.
—Digno hijo de Elías Reyes— dice— Me recuerdas mucho a él, también le gustaban las bromas, una pena que tuviera ese accidente, los frenos de ese coche nunca estuvieron bien.
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EL PRINCIPITO #1.6 [Disponible en físico]
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