Gala
Abro los ojos lentamente, un suave murmullo me atrapa, hay alguien tocando mi vientre y hablando. Aprieto los ojos y los vuelvo a abrir, me concentro en la voz masculina.
—No voy a volver a dejaros.
Esbozo una sonrisa.
—He sido un idiota, hijo, perdóname. Te prometo que haré todo lo posible por amarte, y te aseguro que voy a cuidarte y protegerte toda la vida, hasta mi último aliento.
Tadeo besa mi vientre, se me escapa un pequeño sollozo, es la primera vez que lo hace.
—¿Gala?
—¿Sí?— contesto con voz temblorosa.
Tadeo trepa por la cama hasta tumbarse a mi lado, no deja de tocar mi barriga.
—¿Te he despertado? Me acabo de dar una ducha, creí que había sido silencioso— me pregunta.
—Bésame y déjate de preguntas.
Tiro de su cabeza hacia a mí, choco mis labios con los suyos, Tadeo gruñe, pero se separa de mí.
—¿Qué pasa?— le pregunto.
—No puedo.
—¿Qué?
—Quiero follarte y no sé si puedo hacerlo contigo embarazada.
Pongo los ojos en blanco.
—¿Y por qué no iba a poder?— le pregunto.
—Tu barriga está muy gorda, amor, te aplastaré.
Lo empujo por el pecho y me subo a horcajadas sobre él, me vine a su habitación cuando me llamó y aquí me quedé dormida desnuda. Me penetro con su polla.
—Puedo ponerme encima, imbécil— protesto.
—Joder— gime.
Sus ojos están fijos en mi vientre, gruñe y me aprieta el culo.
—¿Tadeo?
—Eso lo he hecho yo— gruñe— Te he follado y me he corrido dentro de ti para hacer eso.
Sus manos viajan desde mi culo hacia mi vientre.
—Vamos, amor, sácame el semen, cuando Aslan salga pondré otro bebé dentro de ti.
Me corro tan rápido que no me da tiempo a taparme la boca y callar mi grito de placer.
—Eso es, apriétame la polla— gime.
Tadeo gime, me vuelvo a correr a la misma vez que él. Me levanta con cuidado de encima suyo y me tumba en la cama, me acurruco en su pecho mientras me da besos por la cara y el pelo.
—Lo siento mucho— repite varias veces.
Le doy un beso en el pecho.
—Aslan no deja de moverse— me dice.
Sus manos aún se mantienen en mi barriga.
—Está feliz porque su papá está aquí con nosotros.
—Nunca debería haberos dejado marchar, Gala, sois míos para amar y cuidar.
—Ya estás aquí, eso es lo único que importa.
Acaricio con mis dedos el apósito de su hombro, me he fijado que tiene otro en el costado derecho.
—¿Ha sido él?— le pregunto.
—Sí, no es nada que no haya sufrido antes.
—¿Mario lo tiene?
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EL PRINCIPITO #1.6 [Disponible en físico]
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