Tadeo
—Amor.
—¿Sí?
—Lo que dijiste hace unos días.
Frunzo el ceño.
—Lo de tener otro bebé— me dice Gala.
—¿Qué pasa con eso?
—¿Lo dijiste en serio?
Asiento.
—Totalmente en serio, no quiero que Aslan crezca solo. ¿No quieres otro hijo?
Gala se muerde el labio inferior.
—Sí— dice en un hilo de voz.
—¿Pero?
—Sin peros, quiero otro bebé después de que Aslan cumpla un año.
Esbozo una sonrisa, abrazo a mi mujer por detrás y pongo mis manos en su vientre, la beso en el cuello.
—Buscaos una habitación de hotel— protesta El Güero.
—Que te follen— contesto.
—Ojalá— murmura mirando a mi hermana.
Me separo de Gala de forma brusca.
—Aparta tus ojos de mi hermana o te los arranco— amenazo al Güero.
Él sonríe.
—No es mi tipo, no me gustan las niñas mimadas.
Sandra le saca el dedo medio.
—Y a mí no me gustan los que tienen el pene pequeño— contesta ella.
—Sandra— gruñe Mario.
—Si me hubieras visto el pene te habrías lanzado a él princesita— contesta El Güero con una sonrisa.
—Te mato— lo amenazo.
Salgo corriendo detrás de él por todo el jardín. Maldita sea la hora en la que a mi hermano se le ocurrió hacer una fiesta para mi hijo estando aquí los mexicanos, me lanzo hacia El Güero, caemos al agua de la piscina. Lo agarro por los hombros cuando emergemos del agua, lo vuelvo a hundir y lo saco.
—Gabr...— lo hundo de nuevo en el agua, su hermano se ríe.
—Tadeo lo vas a matar— me dice Gala.
El Güero toma una bocanada de aire antes de que lo sumerja otra vez.
—Suéltalo ya— me dice mi mujer— Ahora, Tadeo.
Obedezco a regañadientes, El Güero se aleja de mí jadeando.
—Eres un psicópata— jadea.
—Como tú.
El bastardo sonríe. Gala me entrega una toalla en cuanto salgo de la piscina, hace lo mismo con El Güero. Me quito la ropa mojada, excepto los bóxer, ante la atenta mirada de mi mujer.
—No me mires así, me provocas— le digo.
—En serio, buscaos una habitación— murmura El Güero.
—Lo voy a matar— le digo a Gala.
Gala se marcha a sentarse en el sofá con mi hermano Mario mientras se ríe. Le ordeno a Luisa que vaya a mi habitación y me traiga algo de ropa y que también le traiga ropa al Güero. Después de ponerme la ropa seca, me siento al lado de mi mujer en el sofá.
—¿Y tu esposa?— le pregunta mi hermano a Gabriel.
Él pone los ojos en blanco.
—Gastando mi dinero, supongo— contesta él.
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EL PRINCIPITO #1.6 [Disponible en físico]
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