Capítulo 14

39 2 1
                                    

Capítulo XIV


.

Oscuridad y silencio. No había nada más.

El tiempo se había detenido, congelando las imágenes que acababa de presenciar en un presente infinito. Mis ojos, clavados en las cortinas cerradas, seguían viendo el simulacro torturado de ese hombre que podía ser yo. Que era yo.

De pronto el universo se redujo a aquella habitación.

El mundo exterior, la vida que bullía más allá de esas cuatro paredes de piedra en las que estaba confinado, no eran más que entelequias de mi mente.

El sonido de mi propio corazón era lo único que me hacía sentir vivo. Un grito me ardía en la garganta, desgarrándola por dentro, deseando atravesar el aire viciado que debía respirar para seguir viviendo... pero me parecía imposible. Lo extraño era que no podía culpar a la mordaza de sofocar mis gritos, si no al terror  que me paralizaba por completo. Al terror y a una asfixiante tristeza.

Por un instante pensé en Tom, en su tierna mirada aquella noche en el jardín. Estaba preocupado por mí, y ahora se demostraba que con razón. Quizá tenía que haberle hablado más de esta peligrosa obsesión cuando tuve oportunidad. Ojalá lo hubiera hecho. Estaba bailando sin red al borde del abismo, sujeto sólo por una fina cadena que Nuit tenía en sus manos. Sólo una extraña fe en ella me sostenía; era esa confianza la que me impedía caer al precipicio de mis propios terrores.

Si ella me soltaba estaba perdido.               

Busqué la puerta en medio de la oscuridad. Sabía perfectamente la dirección que ella había tomado. Por un momento la imaginé regresando, envuelta en un halo de maravillosa ternura. De imposible ternura. Y me sentí aliviado.

Dejé caer la cabeza, consumido.

La atmósfera húmeda y espesa de la mazmorra se colaba por cada poro de mi piel hasta arraigar en los huesos. No podía sentir mis extremidades, ni siquiera el dolor de las heridas. Estaba entumecido, asustado, pero algo dentro de mi me pedía paciencia y luchaba por comprender. Todo lo que había vivido con Nuit hasta ese instante tenía algún sentido, aunque al principio no lo parecía. Me había dejado llevar por sus palabras, por sus caricias, y gracias a eso estaba conociendo una parte de mí que no creía posible. Recordé el sabor de su boca y me estremecí por completo, desolado. Entonces entendí que ningún castigo podía ser más doloroso que su ausencia.

Un suave resplandor apareció en el fondo de la estancia. Mis ojos estaban empañados por las lágrimas, pero creí ver como esa luz se hacía cada vez más intensa. Mi corazón dio un vuelco de esperanza.

De esa luz surgió una figura pálida y etérea, que caminaba majestuosa hacia  mi. Apenas podía distinguir su rostro, estaba deslumbrado por la blancura de su vestido y el resplandor dorado que enmarcaba su cabello. Poco a poco, mis pupilas dilatadas se fueron acostumbrando a su presencia, pero no fueron ellas las que reconocieron la esencia de este ser casi sobrenatural que se acercaba. Fue mi corazón. Era  Nuit.

Toda ella resplandecía como una llama helada en mitad de las sombras.

Cuando la tuve al frente a mí, el dolor que atenazaba mi pecho se fue desvaneciendo, permitiéndome respirar mejor. Me quedé inmóvil, contemplando su rostro de esfinge. Parecía tan suave en ese instante, tan delicada y serena, que me dolían los brazos de tanto querer abrazarla. Una lágrima rodó por mi mejilla, mansamente. Nuit siguió su recorrido curiosa como una niña, dejándola caer. Yo no podía apartar mis ojos de ella, estaba hechizado por su presencia. Apenas podía creer que aquella hermosa criatura hubiera vuelto por mí a la opresiva oscuridad de la mazmorra.

ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora