Capítulo 23

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Capítulo XXIII

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La habitación permanecía a oscuras. La única luz que irradiaba provenía de las tres pantallas que el hombre tenía delante. Aquel era su dominio. Controlaba los sucesos, segundo a segundo, en cada mazmorra. Debía juzgar quienes estaban preparados. Cada sesión era un paso más. En una de las pantallas había una pareja primeriza. En otra uno de los suyos buscaba algo de diversión. En la última su tarea se enlazaba con su deleite. Nuit dirigía con la pericia que él mismo había marcado en su piel, la primera dominación de su sumiso.

El pupilo estaba utilizando los medios con arte. Cuando lo vio por primera vez, intuyó que sería de un valor incalculable para el club, tanto como Nuit. Sus elecciones estaban siendo correctas, y eso lo llenaba de satisfacción. Verlo adoptar la actitud de dominador con tanta decisión, acrecentaba su deseo de someterlo.

La escena se estaba desarrollando con normalidad. El sumiso, en su nuevo papel, estaba suministrando el placer y el dolor en las dosis adecuadas. Su pupila se había mantenido como espectadora y  casualmente intervenía para dar una pequeña indicación. Él mismo recordaba el primer sometimiento de Nuit. La forma en que ella había manejado todo, esperando su aprobación. El sumiso hacía lo mismo.

El chico tiró de la cadena que pinzaba los pezones de la sometida, causándole un moderado dolor. Aún debía practicar más con esa parte de la tarea. La chica se retorció, luchando con los grilletes que sujetaban sus pies. Él sabía que se debatía entre dos sensaciones.

El chico busco la mirada de Nuit, como había hecho en más de una oportunidad, cuando retorció el implemento que estaba dentro del cuerpo de la sumisa. Aquella mirada estaba durando mucho más que las anteriores, así que acercó la imagen al rostro del dominador. Sus ojos mantenían una mirada intensa, caliente. Sus facciones estaban endurecidas por lo que él podía determinar claramente como excitación. Deslizó la imagen hasta el rostro de su pupila. Entonces supo que en este ajedrez, ambas piezas eran de fuego.

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Nuit mantuvo la mirada de Bill, notando la forma en que su poderío la recorría bajo la piel. La batalla que ambos estaban lidiando, se estaba haciendo mucho más difícil de lo que habría imaginado. El rol de dominador que había adoptado con tanta naturalidad, la estaba llevando al borde de sus propios límites, obligándola a ampliarlos.

La voz rota de la chica, partiendo el aire con un gemido, la ayudó a centrarse. Bill debía hacerlo también. Todo lo que aquí sucedía estaba siendo registrado, y ella no podía permitirse un mal resultado.

Él pareció comprenderlo, y avisado por el placer buscó inmediatamente infligir dolor.

El proceso se repitió. La sometida se retorcía en medio de las sensaciones que le causaban las pinzas prendidas de sus pezones, y el placer del objeto con el que Bill acariciaba su interior.

Nuit se sintió extrañamente molesta. Quería pensar que era por la autonomía que él demostraba. Prácticamente no le había dado indicaciones. Había bastado poner los implementos a su alcance, y Bill les había dado un uso impecable.

Lo observó. Vio el modo en que sus labios se separaban buscando un poco más de aire. Notó el arco que su cuerpo estaba haciendo por encima del cuerpo de la sometida. Sintió la cercanía, casi podía recrear el calor de su piel al contacto con sus manos. Fue testigo de cómo una gota de sudor cayó desde su rostro hasta el estómago de la chica. Y la tensión en su brazo al ejecutar el rítmico movimiento en su interior. Parecía tan concentrado, tan entregado que ella sintió que le faltaba el aire.

Deseaba frenarlo ya, pero sabía que su labor aún no terminaba. Tuvo que apretar la fusta en su mano. Sabía que eso no sería visto por nadie.

El dolor se mezcló con el placer en un gemido abierto de la chica. Arqueó la espalda cuando Bill alzó su mano con la cadena que pinzaba sus pezones. Nuit quiso que él le regalara una mirada, pero no lo hizo. En ese momento vio su creciente excitación bajo el pantalón de cuero negro.

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