Capítulo 15

40 2 1
                                    

Capítulo XV

.

El coche se detuvo, y así como había sucedido en el resto del camino, me resultó imposible saber dónde estábamos. Las cortinas oscuras permanecían cerradas y sólo una luz proveniente de la parte baja de las puertas iluminaba el interior. Nuit permanecía sentada junto a mí, con su impecable vestido blanco, como si fuese una diosa griega. Dentro de mí se desplegaban más emociones de las que era capaz de definir. Deseo, miedo... adoración.

Aún no comprendía la fascinación que ella despertaba en mí.

Bajé la mirada y observé el anillo que permanecía en mi mano. Cuando estuve sumergido en aquella oscuridad, en medio del pánico y la desesperanza que me abordaron, deseé quitármelo y arrojarlo lejos. Pero finalmente no había podido hacerlo. Luego había llegado Nuit, cargada con una dulzura inusitada en ella, y me invitó a arriesgarme un poco más. No fui capaz de negarme. Algo dentro de mí, mucho más poderoso que el deseo, me obligaba a permanecer. A pesar de la incertidumbre. A pesar de la humillación.

El coche retomó el camino. Habían transcurrido varios minutos desde que saliéramos del Atlantis. Desconocía la dirección que habíamos tomado, así como desconocía qué tan lejos estaba de casa. La inquietud y el sabor del miedo no me habían abandonado, permanecían en mí, agujereándome por dentro, buscando una salida que no estaba dispuesto a darle.

El recuerdo de aquel hombre en la habitación permanecía latente en mi memoria. Pero ella había dicho que cuidaría de mí y quería creerle, al menos por lo que quedaba de noche.

Volvimos a detenernos y yo miré a Nuit una vez más. Me devolvió la mirada, y me quedé prendado de sus hermosos ojos azules, acentuados por el marco que le daba la máscara. Había tantas preguntas rondando en mi mente, tantas interrogantes en torno a ella. El modo en que había llegado a éste extraño mundo, sus inquietudes, sus pasiones reales. Las olvidé casi todas en el momento en que ella entreabrió los labios humedecidos por el maquillaje. Deseaba besarla, hundirme en la humedad de su boca y calmar de ese modo mi mente.

—Hemos llegado —me avisó, y la rigidez en mi estómago se acentuó ¿A dónde habíamos llegado? ¿A qué extraño imperio de perdición me había traído?

Era imposible saberlo, como era imposible para mí no seguirla al destino que ella decidiera. Estaba comprendiendo, del modo más duro, que le estaba cediendo a Nuit la dominación absoluta de mis emociones.

Ella se deslizó fuera del coche y esperó a que la siguiera.

Una vez fuera, pude observar con detalle el enorme palacio. Las luces en el interior tintineaban como hermosas llamas jugando en la noche ¿Estaría iluminado con velas? La curiosidad fue poco a poco ganando terreno, relegando al miedo a un cercano segundo plano. Miré a mi espalda. Un interminable camino franqueado por altos arboles marcaba el sendero que acabábamos de recorrer.

—¿Dónde estamos? —pregunté con cautela, en tanto el coche se alejaba y un hombre enfundado en un impecable traje de etiqueta y un antifaz negro, nos recibía.

Nuit me miró con aquella diferente sensualidad que venía desplegando desde que apareciera ante mí vestida de ángel. Se acercó los pasos que nos separaban y acomodó mi mascara para luego deslizar los dedos enguantados por  el contorno de mi rostro.

—Debes aprender a disfrutar del misterio —dijo, con el mismo tono amable que venía utilizando.

—Disfruto de ti —contesté con sinceridad. El misterio para mí estaba en ella.

Nuit se quedó un poco más de lo habitual, enfocada en mis ojos. Callada. Finalmente su voz me invitó a seguirla.

—Vamos, estás deslumbrante.

ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora