Capítulo 12

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Capítulo XII

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Tom observaba a su hermano desde una distancia prudente.  Bill se fumaba un cigarrillo en el jardín de la casa que compartían. Habían regresado del club hacía muy poco, cerca de las cuatro de la madrugada. Tom no sabía cómo había soportado Bill la salida de esta noche, se le notaba inquieto y en ocasiones molesto. No había socializado mucho, incluso podía decir que se había mostrado antipático.

Sabía que le pasaba algo. No por el anillo. No por las salidas nocturnas en solitario. Lo sabía porque era su gemelo. Por encima de los hechos siempre estaba esa conexión especial que habían compartido, y si el presentimiento que tenía no fuese inquietante no insistiría más, dejaría a Bill con sus propios asuntos.

Su hermano se giró y lo miró.

—¿Quieres? —preguntó, mostrándole el cigarrillo.

Tom no respondió, pero se acercó y aceptó la caja que le ofrecía. Un profundo silencio se apoderó de ambos, hasta que Bill lo rompió.

—Estoy metido en algo.

Soltó sin preámbulos. Tom no pareció inmutarse.

—No quiero que te preocupes —continuó. Necesitaba explicarse, aunque fuese ligeramente. Su hermano lo merecía.

—¿Una chica? —fue la primera pregunta que hizo.

Bill pensó la respuesta un momento.

—Más o menos.

—Vaya respuesta —insistió— ¿Tiene que ver con el anillo?

—Sí.

—¿Se llama Nuit?

Bill lo miró, incrédulo.

—¡No revises mis cosas! —le dio un empujón por el hombro que fuese lo suficientemente fuerte para ser una advertencia, pero no tanto como para convertir la conversación en una discusión.

—¡Entonces no me escondas lo que haces! —se defendió, devolviendo el empujón.

Bill inhaló el humo y lo soltó con suavidad.

—Sólo, no te preocupes. Te lo cuento porque necesito espacio —avisó a su hermano.

Tom cambio su peso de un pie a otro, meditando.

—Si se complica me lo tienes que contar —le advirtió.

—Si se complica, lo haré.

Aceptó. Ambos parecieron más tranquilos, aunque tras aquella calma continuaba latente un estado de alerta que ninguno iba a ignorar.

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El silencio era absoluto. La habitación de Bill permanecía a oscuras, a excepción de la luz de una farola del jardín que entraba por la ventana. La fresca brisa de la madrugada ondeaba las cortinas, ayudando a crear la sensación de calma.

Bill se removió en la cama y el murmullo de las sábanas rompió la tranquilidad, como venía haciendo desde que se había acostado cerca de una hora atrás. No podía dormir, y no sabía si era por el calor, por las copas que se había bebido o por algo más.

Volvió a removerse en la cama y se destapó completamente, molesto. Resopló. Sabía que era por 'algo más'.

Desde que había visto el contenido de la caja de metal que recibió en el club, había sido consciente de su peso en el bolsillo de la chaqueta y de su presencia en el interior de la mesa de noche. Tal como le sucedió en su momento con el anillo que llevaba en el dedo, simplemente se sentía incapaz de ignorar el lazo que unía a los objetos con Nuit.

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