Capítulo 24

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Capítulo XXIV

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Bill caminaba por la calle sin un destino claro. Habían pasado algunos días desde el último encuentro con Nuit. Se sentía inquieto, notaba como la casa se le quedaba pequeña. Necesitaba espacio para pensar lejos de la mirada inquisidora de Tom, que aunque no dijese nada estaba atento a cada paso que daba.

Dejó el coche a una de las zonas exclusivas de la ciudad. Comenzó a recorrer las calles, pensando en la posibilidad de encontrar alguna tienda de su gusto. Debía apartar de su mente lo sucedido con Nuit, y comenzar a centrarse en lo que de alguna manera era su reaparición. Sabía que parte de la ansiedad que contenía Tom, estaba enfocada a su poco apego por el trabajo. Eso debía cambiar.

Se detuvo frente a una tienda, desde el escaparate podía ver unos zapatos con enormes plataformas y se preguntó si podría llevarlos. Pensó en entrar pero no alcanzó a tomar la decisión, cuando comprendió que estaba en la misma calle en la que le había parecido ver a Nuit tiempo atrás. Miró en la dirección que aquella mujer había tomado, y comenzó a rehacer aquel recorrido. Se encontró frente a la misma tienda en cuestión de minutos. La observó desde el otro lado de la calle, analizando su apariencia refinada e intima. El escaparate había cambiado. Ya no había una novia vestida de negro. Ahora se encontró con una maniquí engalanada de encaje, sosteniendo una fusta entre sus manos.

Se quedó ahí un momento, sin saber exactamente qué esperaba. Abrió la caja con los cigarrillos, pensando en comenzar uno. Desistió de inmediato. Lo mejor que podía hacer era seguir con su plan original, en aquella tienda no había nada que le interesara. Cerró la caja y recordó el collar rojo que le había llevado a Nuit. Rememoró la forma en que las perlas acariciaban la piel de sus brazos cuando se lo vio puesto, y pensó en la posibilidad de mirar uno igual dentro de la tienda sólo por el placer de observarlo.

Serían unos pocos minutos.

Miró a ambos lados y cruzó la calle. Ya conocía el lugar, así que se sintió un poco más seguro que la primera vez. Cruzó el pequeño patio interno que había, tal como lo había hecho aquella vez, y el mismo modo que entonces una mujer llegó a su encuentro cuando cruzó la puerta.

—¿En qué podemos ayudarle? —le preguntó.

Bill sonrió.

—Quiero mirar un regalo —respondió.

—¿Algo en particular? —insistió la mujer.

—No tengo nada claro ¿Puedo recorrer el lugar?

—Desde luego —el gesto que ella efectuó con su mano fue una clara invitación a entrar.

La decoración interior continuaba siendo la misma. El lugar le resultaba agradable y discreto. El erotismo que emergía en cada rincón. Comenzó a repasar los mostradores que ya conocía. Las piezas en el interior de ellos le daban toda clase de ideas, y le recordaban sensaciones. Encontró el collar que él había comprado. Las perlas eran negras esta vez y brillaban de forma satinada bajo la luz de la lámpara que pendía del techo.

Entonces escuchó unos tacones acercándose por el patio interior. Alzó la mirada de forma refleja, encontrándose con la espigada figura de una mujer de cabello rojizo. Arrugó el ceño cuando la reconoció como aquella mujer. Y se sorprendió cuando se encontró con la mirada de Nuit.

Ella lo miró sin estar del todo segura de lo que veía, aunque claramente era Bill. Su mente lo proceso en un instante ¿Qué debía hacer?

Pensó en la posibilidad de ignorarlo, pero la molesta inquietud que tenía en el pecho la empujaba a hablarle. Bajó la mirada y la fijó en el interior de su bolso, mientras guardaba sus lentes oscuros. Quizás, si no se los hubiese quitado, se sentiría menos vulnerable ante su mirada.

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