Capítulo 8 - Un cambio de planes

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El cuerpo de Rafael estaba tan agotado que el sueño fue extremadamente fugaz, cuando despertó apenas podía recordar unas vagas partes: recordó el tiempo que Nick y el pasaron juntos y como por el había conocido este mundo, aunque lo que ellos hacían difería mucho a lo que ahora experimentaba Rafa, sin duda fue el quien despertó su curiosidad. Recordó a su primo Gabriel, y cómo habían quedado de comunicarse en cuanto Rafael se hubiera instalado, también que habían hecho la promesa de volver a verse en Estados Unidos más adelante. Recordó el primer día que llegó aquí, y también cuando el Amo le permitió, ¿o mas bien le obligó? a tener casi 8 orgasmos seguidos antes de enjaular su miembro.

Cuando abrió los ojos, solo vio oscuridad, aún tenia puesta la capucha, pero ademas de eso, todo el cuerpo le dolía, tardó unos segundos en cargar el montón de información de lo que había pasado el día anterior. Entonces recordó cómo fue obligado a usar una pesada camisa de fuerzas de cuero, que fue puesto en su antigua jaula y torturado con descargas eléctricas. Pensar en todo aquello lo hizo excitarse emitiendo un pequeño gemido cuando su verga chocó contra la jaula de metal. Fue entonces que sintió una mano en su hombro.

- Buenos días cachorro, ¿dormiste bien?

- N-No Señor, tengo todo el cuerpo entumecido

- Si bueno, eso pasa cuando escoges dormir sentado en una jaula asegurado y con la camisa de fuerzas puesta.

A Rafael le costaba mover cada centímetro de su cuerpo, pero sintió un cierto grado de alivio cuando el Amo comenzó a liberar las cuerdas que lo mantenían en una misma posición; tardó cerca de 15 minutos en quitar todas las restricciones, así como los grilletes, electrodos y el collar mismo. Despues le indicó que saliera de la jaula, no sin que el esclavo gimiera con voz baja cada vez que se movía o flexionaba las piernas.

- Ahora cuidado con la cabeza y listo estás fuera.

- Gracias Señor.

- Sabes, creo que te voy a dejar puesta la camisa, te ves muy lindo así.

- Amo, porfavor, no siento los brazos ni la espalda.

- Ok, ya que llevas mas de 24 vamos a hacer esto, siéntate aquí, vas a sentir un pinchazo en el cuello, te voy a poner un relajante y después te daré de comer.

- Sí Señor

Rafael se sentó donde le fue indicado, y casi de inmediato sintió el pinchazo de la jeringa, a los pocos minutos ya podía sentir sus extremidades parcialmente adormecidas. El Amo comenzó a desenganchar las correas, primero sus brazos fueron liberados y colocados a los costados, había muchas correas y hebillas, Rafa no tenía plena consciencia del tiempo y la anestesia no ayudaba tampoco, pero calculó unos 15 minutos antes que el Amo le quitara la camisa por completo. Para su sorpresa fue conducido al colchón que había usado unos días atrás, solo que esta vez estaba pegado a una pared lo que le permitió tener un punto donde recargarse.

- Subiré a preparar tu comida, en cuanto comiences a sentir los brazos necesito que hagas un poco de estiramiento, te va a doler, pero debes hacerlo.

- Sí Señor.

Rafael escuchó cómo el Amo subía las escaleras, mientras el se quedaba allí sentado. Poco a poco comenzaba a recuperar la sensibilidad, así que empezó a mover el cuerpo, flexionando las rodillas o estirando y retrayendo los brazos, también movía los homoplatos en pequeños círculos para después estirar y contraer los músculos de la espalda y abdomen. Cada movimiento era un pequeño martirio, pero Rafael no se detuvo hasta recuperar la mayor parte de su movilidad. Para entonces el Amo ya estaba bajando los escalones, por lo que el esclavo adoptó una postura de sumisión, sentándose sobre sus rodillas y cruzando las manos en su espalda.

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