3 - Reflejos felinos

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Enterarme que Deborah volvió con Allison a días de nuestro término fue la última patada que necesitaba para caer de rodillas a la realidad: el mundo siguió girando y yo era la única estancada.

No podía quejarme. Yo lo provoqué. Lo tenía muy claro. Para convencerme, repetía discursos mentales sobre ser madura, aprovechar ese momento de dolor para sacar algo bueno y, finalmente, estar feliz por ella.

Sin embargo, por encima de todo eso, me sentía traicionada.

En mi mente se repetían sus discursos, esos en donde remarcó que su relación con Allison se limitaba a Cody y que no debía preocuparme de ella. Con más claridad, escuchaba las últimas palabras que Allison me dedicó.

Sólo mírame a mí: aún aquí.

Mi cuerpo dolía al imaginarlas juntas, compartiendo toda esa vida de catálogo que yo jamás alcanzaría a vislumbrar para mí. Sonaba a que exageraba, pero me estaba costando toda mi capacidad mental imaginar un futuro para mí en donde no estuviera Deborah.

Vivía de fingir hasta lograrlo, esperando que algún día fuera suficiente para olvidar por qué tuve que engañarme tanto para empezar.

Decidí tomar mi vida romántica para encerrarla en un baúl y lanzar la llave hacia atrás, sin voltearme a ver donde cayó con tal de buscarla después. Había cientos de otros baúles dignos de atesorar en esos instantes.

Renuncié a Derecho y me sentí como Nicole Kidman luego de firmar el divorcio con Tom Cruise. Sería una gran mentirosa si dijera que nunca noté cuán pesado era seguir ese camino, pero al liberarme por completo me sentí tan ligera que temí que el viento podría llevarme.

Al menos una vez a la semana, mamá y yo nos sentábamos en el sofá de su oficina para conversar de ese pasado que tanto le dolía. Juró no darle más poder una vez que comprendió cuánto daño me hacía con sus opiniones.

Planeaba reunir a los chicos y contarles ese lado de nuestro padre biológico, pero le estaba costando. A diferencia mía, Rhodes y River tenían vagos recuerdos de un hombre que los llevaba a la escuela cada mañana para estar ahí apenas salieran.

Mamá dijo que no podía arruinarles esa versión al contarles que él la engañó con uno de sus amigos. Yo seguía esforzándome por saber un poco más después de eso, pero era el mismo punto en que se volvía distante y me recordaba que la imponente Karen Mendler también era humana, con heridas que aún no cicatrizaban.

Theresa fue un pilar fundamental como siempre. No sólo fue comprensiva escuchando mis repetidas lamentaciones románticas, sino que también se atrevió a compartir más de su experiencia y obsesión por la búsqueda de una etiqueta perfecta para definirla frente al mundo.

Hasta ese punto, todas mis etiquetas me tenían orgullosa. Desearía arrancarme la que señalaba mi corazón como roto, pero tenía que lidiar con él porque—una vez más—yo me lo busqué.

Lo que también me busqué fue una forzosa reunión con un asesor vocacional de Northwestern porque no quería encerrar mi carrera soñada en un baúl con llave sólo porque mi universidad soñada no ofrecía la carrera de forma profesional.

Me gustaba Northwestern desde pequeña, mayormente influenciada por toda mi familia estudiando en ella, sí, pero tenía un encanto que me era imposible no romantizar.

Quizás era su cercanía con el lago, las áreas verdes en cada campus, los edificios antiguos, los Wildcats, que eran mi equipo favorito de fútbol americano o, muy probablemente, lo mucho que me esforcé en ser aceptada.

Sabía que quería quedarme ahí, pero no tenían ninguna otra carrera como segunda opción. Por primera vez en mi vida, sólo quería seguir a mi corazón, por más que este latiera por Northwestern al mismo tiempo en que lo hacía por la Fotografía.

Caminos Separados (D&K2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora