Suponía que Ian y Theresa hablaban en serio cuando dijeron que todos llevábamos un psicópata en nuestro interior y que se liberaba cuando se trataba de amor y odio.
Yo lo experimenté desde que conocí a Deborah y me obsesioné tanto por saber cada uno de sus secretos. Durante nuestro término, avancé a paso firme hacia los rincones más oscuros de mi mente, esos que me tenían pensando en formas desesperadas para olvidarla o... tenerla para siempre.
Entonces apareció Oksana y la luz se fue por completo.
No sabía cómo controlar mis celos y no darles más poder sobre mí. No era suficiente con creer en Deborah y lo que teníamos, no cuando veía a Oksana sosteniendo su mano o forzando algún beso en público.
A veces parecía que tenían tanta química, tanto sentido juntas, que dudaba que fingir fuera complicado para Deborah. Eso sin mencionar que Oksana no estaba fingiendo en lo absoluto.
Yo podía reconocer cada una de sus miradas y sonrisas y cuán auténticas eran. Estaba tan o más enamorada que yo.
Y sabía que no era recíproco, que Deborah me amaba a mí, pero nada evitaba que los celos me quemaran ante la pequeña posibilidad de que un día cualquiera Deborah despertaría y se daría cuenta de que también estaba enamorada de ella.
¿Qué haría yo entonces? ¿Qué haría aparte de quedarme con lo que inició como una errónea reputación que terminó siendo fidedigna?
Desde el Baile de Corazones, Oksana demostró ser una mente maestra a la hora de manejar mi insinuación a su favor. Seguramente con un trabajado tono de víctima, les contó a sus amigas que yo estaba desesperada por arruinar su relación con Deborah hasta el punto de inventar que estaba chantajeándola.
Y para ser dos chicas extranjeras medianamente populares del grupo de Teatro, sí que supieron esparcir el rumor de la despechada y desesperada ex de Deborah Wigmore: yo.
Durante la primera semana en la facultad, pude pasar desapercibida, pero ya en la segunda los susurros y miradas en los pasillos enmarcaban cada una de mis entradas y salidas del edificio.
Descubrí que no fui hecha para tener una mala reputación. No tenía idea cómo Deborah lo manejaba con tanta falta de vergüenza e incluso causando atracción con ello.
Yo me la pasaba con deseos de explicarle a todo el mundo con lujo de detalles lo que realmente estaba pasando, a pesar de que corría el inevitable riesgo de que nadie me creyera.
¿Cómo contaba una historia de chantajes, mafiosos y romance secreto sin que me invitaran a hacerle una llamada a mi terapeuta? Bueno, Oksana supo que no existía forma para que yo ganara esa batalla, y también supo que con eso me mantendría en línea por un buen tiempo.
No me sentía cómoda con la idea de ser vista como alguien malvada y retorcida. Se suponía que yo era buena, que seguí a mi corazón y me encargué de no generar daños colaterales, pero eso también era una gran farsa.
El último tiempo, no sólo me veía diferente por el cambio de peinado y estilo, sino que también por cada cuestionable acción que tomé y que, quizás, ahora sólo se me estaba regresando como el más doloroso de los karmas.
—En serio debes hacerte a un lado—me advirtió Theresa el día después del Baile de Corazones—. Déjala tener su corona y tú tendrás de regreso a la reina de la estupidez. Todas ganan.
Recordaría esa tarde del Día de San Valentín como la primera vez que Theresa llegó a una resolución beneficiosa para todos y que, al mismo tiempo, me parecía una falta de respeto a mi persona.
No reparó en detalles para explicarme que esa noche, mientras Ian y ella se desvivían para darme más tiempo con Deborah, sintió que conoció lo suficiente a la rusa como para saber que los cuentos paranoicos de Deborah eran fundamentados.
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Caminos Separados (D&K2)
RomanceLa vida fuera del armario resultó ser miserable e inusualmente mágica para Katherine. Se ha unido más a su familia, está replanteando su futuro académico y, a muy duras penas, sobrevivió a su primer quiebre amoroso. O al menos eso intenta. Mientr...