Si alguien me hubiese dicho que volvería a los estudios después de los veinticinco me habría reído en su cara, no obstante, la mención sobre una posible maestría le daría algo de sentido al chiste.
No supe de mi vocación por enseñar hasta que Cody llegó abruptamente a mi vida y descubrí mi paciencia ilimitada para los niños. Con el tiempo, evolucionó a cualquier persona o animal con disposición de aprender.
Allison decía que de seguro se me daría mejor que a ella porque, claro, enseñar era una cosa y aprender...bueno, me costaba un poco.
No lo parecía, pero me importaba mucho mi rol maternal. Quería aprender a ser una buena madre, más allá de los manuales y los consejos de mujeres mayores. No era justo que a mí me costara tanto cuando para Allison fue natural desde el primer día.
Tampoco creía que se tratara de un tema biológico o del trillado instinto maternal, sólo me costaba dejar de ser yo misma para ser una madre, alguien digna de admirar y que se sentía como un lugar estable.
No sabía cómo lograr eso sin fingir que mi barco no se mecía con violencia en altamar.
Miraba a Cody y sentía el deseo de disculparme por ser así y no estar a la altura de darle todo lo que quería. Mis miedos me hacían sentir más pequeña que él, como si todos esos años yo hubiese sido la que estaba bajo cuidado, la que fue salvada una noche de abril.
Él podía verme a través de todo el enojo que se permitía sentir, se rehusaba a una larga y repetida charla de por qué sus mamis no podían estar juntas y, con un suspiro, sólo la dejaba ir.
Le juré no volver a confundir las cosas y que entendería si él prefería pasar menos tiempo conmigo.
—Pero es Halloween—dijo antes de dejar caer su bolso sobre mi sofá—. Hay que mantener los negocios.
—¿Sólo eso? —pregunté, conteniendo mi sonrisa.
Cada año, Cody exigía mi presencia en su cumpleaños, Navidad y Dia del Niño, pero en ninguna celebración era tan atesorada como en Halloween. Quizás yo no era la madre responsable y estricta, sólo la descarada que le robaría dulces a otros niños y lanzaría huevos a las casas, justo en las ventanas porque tenía una puntería implacable.
Y él me quería justo por eso.
Le juré que le haría un maquillaje excelente para que fuera el mejor Beetlejuice de ese año y, como no compré los insumos adecuados, me perdí en mi armario, cuestionándome cuán dañino sería maquillar a un menor con óleos.
Estaba lista para googlearlo cuando escuché a Cody conversando con alguien más en la sala de estar. Sobraba decir que estábamos solos y siempre me aseguraba de dejar la puerta bien cerrada.
Caminé rápido en su dirección y tuve un leve escalofrío al reconocer a Oksana en un disfraz de Harley Quinn. Fue un poco más terrorífico cuando me sonrió y movió su cabeza hasta hacer sonar las campanillas de su sombrero de arlequín.
—¿En serio planeas maquillarlo con un carbón? —negó con la cabeza y me enseñó el carbón que dejé sobre la mesa.
—Era para el peor de los casos—me excusé—. Y creo que estoy en el peor de los casos.
—No será necesario—ella le mostró su bolso a Cody y se sonrieron como si se conocieran de toda una vida—. ¿Me das el honor?
—Creo que yo debo rogar que me salves de ella—respondió Cody.
Mientras ella lo ayudaba a sentarse en el taburete y él le mostraba imágenes de Bettlejuice, yo mordí mi lengua para no preguntar cómo diablos entró a mi departamento.
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Caminos Separados (D&K2)
RomanceLa vida fuera del armario resultó ser miserable e inusualmente mágica para Katherine. Se ha unido más a su familia, está replanteando su futuro académico y, a muy duras penas, sobrevivió a su primer quiebre amoroso. O al menos eso intenta. Mientr...