16 - Nado congelado

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Le otorgué a Oksana el beneficio de la duda. Después de todo, ¿qué tanto podría descubrir una chica cuya mayor destreza era crear conjuntos impecables sin siquiera probárselos antes?

Bueno, con el mismo estilo me cerró la boca al enseñarme fotos de Evan. Algunas de su infancia y otras de la actualidad, siendo estas últimas las que más me estremecían ya que fueron capturadas sin que el protagonista lo notara.

Del elegante sobre blanco que me entregó, saqué impresiones de noticias de la otra costa del país, también de registros de cuentas bancarias acaudaladas junto con una estela de arriendos que no terminaron muy bien entre las dos partes del contrato.

Todo parecía ir en ascenso desde el 2007 y cada flecha llevaba a la misma dirección. Y yo, por más que me esforcé en camuflar mi inquietud, Oksana me leyó por completo.

—Ni siquiera sé por dónde empezar—solté finalmente, todavía cautelosa—. ¿Cómo tienes acceso a este tipo de información?

—Mis métodos y medios son lo que menos deben preocuparte—respondió, cruzándose de brazos y chequeando por millonésima vez su reflejo en el espejo de mi sala de estar.

—¿Y qué quieres que haga? —lancé el sobre encima de la mesa de centro y me crucé de piernas—. ¿Por qué lado debo tomar tu conocimiento? Esto puede que sea una amenaza, que vas a atraerlo a mi vida o...

—Espero que la otra opción sea mejor porque no estoy interesada en ser la mala—miró sus uñas y suspiró—. Puedo mantenerlos a salvo de él.

—No veo por qué debería tenerle miedo. No le he temido en siete años. Sólo ahora reaparece el tema y, sinceramente, mi mayor miedo es que le digas a Cody alguna...estupidez.

—¿Es una estupidez que sepa que su padre está vivo y que bien podría tener una relación con él considerando que sí tuvo interés en ser un padre presente?

—Presente mi culo—me puse de pie y me acerqué a ella—. Te juro que si le dices algo a Cody...

—Puedo mantener tu mentira y la de tus amigos a salvo—dijo, calmada frente a mi lado más defensivo—. Y claro, sacar a ese tipo del panorama para siempre.

Nos miramos a los ojos y reí durante unos segundos. Ella se mantuvo seria, firme como un témpano de hielo.

—¿Quién mierda eres? —pregunté, intentando ser casual cuando, por primera vez, estaba curiosa y aterrada por la respuesta—. Suenas como el ángel de la guarda que esperé hace años, pero ofreces soluciones muy lejanas al cielo.

Fue su turno de sonreír. Yo me estremecí un poco más.

—No quería tener que chantajearte con algo así, pero en serio te necesito y poco me servirías con tu ridícula persecución a tu ex.

Asentí rendida mientras me sentaba una vez más. Desde ahí la escuché contándome cuál parte del trato debía cumplir yo. Nunca en mi vida hubiese pensado que ella ofrecería tanto por tan poco.

—Déjame ver si entendí bien—cerré los ojos e hice una señal para que ella dejara de divagar sobre elaboradas metáforas que cubrieran su banal deseo—. Sólo quieres una corona.

Tuvo dificultad para mantener la mirada sobre mí. Logró hacerlo apenas por dos segundos antes de asentir de mala gana. Ahí, en el medio de mi sala de estar, parecía incómoda de lo que acababa de compartir.

Por mi parte, me costaba creer que fuera la misma persona de diez minutos atrás.

A medida que me explicaba sus motivos, los recuerdos de esa borrosa noche de Halloween cayeron sobre mí como la más delgada lluvia, apenas visible, pero capaz de dejarte empapada de pies a cabeza.

Caminos Separados (D&K2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora