9 - En la niebla

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Si me preguntaban por mi autoestima, podría decir que me quedaba una porción moderada para resistir un par de horas más.

O minutos.

Si me preguntaban por el autocontrol...bueno, ya no quedaban reservas a esas alturas de la noche, no con esa cercanía tan anhelada y capaz de convertir a una noche de otoño en pleno mediodía de verano.

¿Por qué bastaba con que estuviéramos solas para que yo cediera tan fácilmente?

No me importó el resentimiento que cargaba desde esa noche en el club, cuando me hizo sonar como una más de su historial, tan trágicamente perdida en esfuerzos vanos para encontrar otra relación o a una chica nueva que se asemejara, aunque fuera un poco a ella.

Tampoco me importaron los rumores recientes, esos que al inicio me aliviaron porque decían que dejó a Allison. La silenciosa calma no duró más de unos segundos porque, según las rápidas lenguas, Deborah saltó de su ex a una aventura internacional con alguna de esas tres chicas con las que se la pasaba.

O con las tres al mismo tiempo. ¿Quién sabe? No me fiaba ni un poco de esa mujer a la que solía llamar "novia".

Pero absolutamente nada de eso me importó, ni siquiera el hecho de que era cristiana y estábamos en la mitad de un cementerio, pisoteando los arreglos de una tumba y utilizando la lápida como soporte de nuestros cuerpos.

No podía decir nada en mi defensa. ¿Lo peor? Tampoco lo intentaría.

Mis pensamientos fueron una incoherencia tras otra, dejándome la única habilidad a la hora de olvidar las razones por las cuales no debía estar disfrutando tanto esa cercanía o desviviéndome para acabar con ella sin ser la que daba el primer paso.

Mis últimas neuronas eficientes fueron las encargadas de ofrecer resistencia para eso. No sería yo la que buscaría el beso. Tensionaría cada músculo, aunque me ganara un derrame cerebral o cualquier problema grave para mi salud.

Y de seguro Deborah esperaba lo mismo. No sólo lo percibía en sus ojos en búsqueda de alguna señal en mi rostro, también en la sutil presión que ejercía con su pierna entre mis muslos y la forma en que apenas se mordía el labio cuando la aprisionaba con más fuerza.

Era demasiado. Lo supo una de mis neuronas porque renunció para unirse a la barra de las hormonas. Yo tampoco podía ofrecer más resistencia, además, jamás le ganaría a Deborah en eso.

Quiero decir, ella esperó semanas antes de besarme. ¿Qué le harían un par de segundos?

—¡Lo siento!

El grito de esa voz femenina nos hizo separarnos con tanta velocidad como para quedar aturdidas mientras la dueña se acercaba en un disfraz de Hiedra Venenosa.

—Lo siento—repitió, apenas susurrando por un evidente cansancio—. Estaban tardando mucho y no soy tan depravada como para esperar más que eso.

Busqué a Deborah con la mirada y la encontré frunciendo el ceño en dirección de su nueva amiga, la italiana Bianca Cali, causante del delirio de al menos la mitad de la población masculina de Northwestern con sus ojos pardos y, seguramente, acertada apariencia de una femme fatale de los cuarenta.

—¿Qué pasa ahora? —le preguntó Deborah—. ¿Otra vez viste a alguien echándole kétchup a la pasta? Es Halloween, déjalos ser raros e irrespetuosos con las culturas de otros.

—Las dos sabemos que no estaría aquí si fuera el caso. Estaría en Urgencias o en la cárcel—respondió Bianca—. Es algo casi igual de malo: perdimos a Oksana. Kazumi fue el sacrificio y nos dividimos en grupos para buscarla, pero una vez que la encontramos...Oksana desapareció. No sabemos en qué parte del recorrido, sólo...

Caminos Separados (D&K2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora