No era tan nueva con las resacas, pero ese veintiuno de diciembre, pasado el mediodía, desperté con la sensación de que alguien taladró mi cabeza hasta formar un agujero del tamaño perfecto para sacar mi cerebro y desecharlo.
Por tres segundos completos, me pregunté de dónde mierda venían esas ideas si ya no tenía cerebro.
Dejé en el escusado mis dudas y todo lo que bebí, que según yo no fue mucho. No los conté, sólo estaba segura de que más allá de ser un tema de cantidad era de mezclas imprudentes y letales para mi hígado.
Al jalar la cadena, me quedé viendo los cerámicos del elegante baño de Theresa. Siempre le dije que el diseño marmoleado que escogió me hacía ver formas extrañas en las superficies, tanto que me pregunté si tenía alguna especie de trastorno.
Esa tarde, rogué que sí y que, de alguna forma misteriosa, me ayudara a formar algunos recuerdos de la noche. Necesitaba una explicación clara luego de mirarme en el espejo y encontrar mi pómulo derecho inflamado.
—¡Pero si es Rocky Balboa! —gritó Theresa al verme salir. Ella ya iba impecable en su conjunto deportivo—. Mamá te preparó una merienda y tiene remedios para tus heridas de batalla.
—¿Qué pasó? —pregunté, apenas manteniendo los ojos abiertos después de que ella moviera las cortinas y dejara entrar la luz como una criminal.
—¿En serio no recuerdas nada? —soltó una risa y negó varias veces—. Peleaste con Oksana. O lo intentaste. Fue un poco... penoso. En verdad debes aprender a dar golpes y dejar de jalar el cabello como una niñita.
Abrí la boca ante la sorpresa al mismo tiempo en que forzaba a mi cerebro a compartir algo de esos recuerdos.
—¿Ella me golpeó? Esa... zorra. ¡Soy pacifista!
—Primero, tú empezaste la pelea, señorita pacifista. Segundo...—sonrió grande y se encogió de hombros— ...yo te di un codazo sin querer. Con Deborah nos desvivimos para mantenerlas separadas y ninguna cooperaba.
La miré desde otro ángulo, esperando que continuara la historia a pesar de que la siguiente parte ya no pareciera tan divertida.
—Debes tener cuidado con ella ¿Entendiste, Kat? —se acercó a mí, preocupada y más seria de lo que esperaba—. No lo parece, pero estoy segura de que podría darte una buena paliza si se lo propone y si Deborah no está para ponerse de por medio y recibir los golpes en tu lugar.
Me senté en la cama y oculté mi rostro entre mis manos.
Si buscaba en mi cabeza, todo era borroso y lleno de ruido. Veía pequeños flashes de la gente organizando la mesa para el Beer Pong, también los tragos que bebí a pesar de que iba ganando.
Más claro, veía la llegada de Deborah y Oksana y, por desgracia, la forma en que me ganaron. En la salida, me bebí el resto del vaso de Hudson y en cosa de minutos comencé a sentirme peor.
Él me dijo que no debí hacerlo porque era whisky puro y yo era más de elaborados tragos de chica que llevaban apenas un par de onzas de alcohol.
Luego recordaba un estacionamiento, el suelo sacudiéndose como si fuera un sismo considerable y la voz de Oksana, su tono burlesco al referirse a mí como una Virgen.
Y bueno, no podía discutir que yo inicié la pelea porque algo que tenía fresco era la sensación de la rabia esparciéndose por mi sistema como si se tratara de un virus contagioso.
Me pasé la víspera navideña reconstruyendo los hechos, cubriendo mi moretón y esquivando preguntas de mamá respecto a mi paranoico actuar. Le dije que estaba emocionada por los regalos que debía empacar contra el tiempo.
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Caminos Separados (D&K2)
RomanceLa vida fuera del armario resultó ser miserable e inusualmente mágica para Katherine. Se ha unido más a su familia, está replanteando su futuro académico y, a muy duras penas, sobrevivió a su primer quiebre amoroso. O al menos eso intenta. Mientr...