10 - Crisis del cuarto de vida

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Nunca hubiese pensado que el Halloween de ese año sería una de las noches más largas y irreverentes de mis largos veintisiete años de cuestionable vida.

Y ni siquiera lo decía por la parte del cementerio o por mis intentos de doblegar la dulce voluntad de Katherine.

En ese punto, la noche apenas había empezado.

Mientras buscaba a Oksana entre estatuas y lápidas deprimentes, me imaginé de regreso en mi departamento, rogándole a Rita que revisara mi espalda y me diera un ibuprofeno o algo porque el ataque de Katherine no sólo fue certero respecto a puntería, sino que también advertía de una fuerza considerable en esos esbeltos brazos.

Además, ya estaba vieja para esas fiestas universitarias y—peor todavía—para las salidas nocturnas en general. Al parecer Joe tuvo razón cuando dijo que la segunda mitad de los veinte te golpea de formas sutiles y ya es demasiado tarde cuando te das cuenta de que te has convertido en alguien más.

Por años creí que mi alma le pertenecía a la fiesta y al desenfreno, que llegaría a los cincuenta intacta, preferiblemente como Jennifer López o incluso como Cher. Aunque, si era honesta, el exterior era irrelevante mientras me mantuviera vigente.

Ahora, mi alma quería estar acostada, viendo una serie y lista para bajarle todo el volumen en caso de que alguien golpeara la puerta y exigiera mi atención.

Y de seguro mi libido iba muy a la par, con inexistentes deseos de un revolcón a menos que implicara que fuera con una chica que supiera mi segundo nombre o cuales eran los monstruos que alimentaban a mi insomnio.

Debió ser el mismo motivo por el cual me molestó tanto el beso de Oksana.

Sin duda no era por sus suaves labios, juguetona actitud e innegable magnetismo típico del signo de aire más caótico de todos y que, para mi desgracia, tendía a ser mi debilidad.

Era algo más. Intangible. Metido en mis venas, bombeando hasta mi pecho sólo para decirme que era incorrecto besar a alguien que no fuera Katherine.

Por cortesía, me quedé unos veinte minutos más en la fiesta de Arte. Cortesía y una bolsita con hierba de excelente calidad que Diego prometió compartir.

Entre caladas, le repetí que no estaba interesada en experimentar con ningún tipo y que tampoco necesitaba agregar un trío a mi listado. Lo escuché argumentar de forma pasiva y me pareció un buen ruido de fondo mientras veía a Oksana al otro lado de la habitación, riendo con sus amigas, bebiendo vodka como si fuera té helado y, ocasionalmente, observándome.

No me atreví a encararla hasta que Bianca me pidió ayuda para cargar a Yumiko al auto, junto con indicaciones para llegar a Two Queens porque ella, a pesar de su lógica de citas heterosexuales, quería tener la experiencia universitaria completa.

—Usa Google Maps—respondí mientras ajustaba las correas de mi casco—. Kazumi sabe llegar muy bien. Sólo...mantenla alejada de las tom boy. Se la van a comer viva y no de la forma agradable.

—¡Por favor! —Bianca me hizo un puchero y, sin reparar en los lindos detalles de su rostro, lo cubrí con mi mano para guiarla al asiento de conductor—. ¿Qué te cuesta? Está de pasada...

—No—intervine, casi burlándome de su sentido de orientación—. Me quitará al menos veinte minutos desviarme para ser tu guía.

—Tranquila, Bi—susurró Oksana al unírsenos—. Deborah necesita ir a ocultarse en su departamento.

Le regalé mi sonrisa más cínica y terminé de acomodar las piernas de Kazumi en el interior del jeep de Bianca. Y como si supiera que teníamos temas pendientes, Oksana arrastró sus pies hacia mí.

Caminos Separados (D&K2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora